Faces. Ligeti. Mad Max. Las Hurdes. El tesoro de Sierra Madre. La balada del Narayama. La muerte tenía un precio. Urga, el territorio del amor.
Más allá de sus posibles aspectos simbólicos, los cimientos de esta historia no son nada sólidos, hacen agua, se resquebrajan por todas partes, los comportamientos, motivaciones y reacciones de sus personajes están contradictoria malamente explicados/representados, se pierden en laberintos ciegos de estulticia y absurdo, una mezcla fallida/desvaída de naíf religiosidad con un intento de parco aliento mítico poético, es tierna, muy poca cosa, muerma, una pintura de guerra para niños creyentes en las más puras y quiméricas apariencias, una, con perdón, bobaliconería mayor.
Un bendecido, unos bandidos, otro cabeza de termo o coco, una chica en apuros y varios coches en la noche más oscura surcando el mundo, el sueño va sobre el tiempo flotando como un velero, poco más o menos, ese trayecto, esa odisea dos mil dieciséis, del espacio.
La idea podría ser brillante o interesante si no estuviera tan pobremente plasmada en vaguedades pretenciosas juntadas con palabras a lo que salga que emborronan la página tan blanca, mucho mejor hubiera sido apostarlo todo al ámbito más puramente contemplativo, a la belleza de las imágenes solas y olvidarse de los diálogos, los dimes y diretes, vueltas y revueltas, algunos sucedidos y otras lindezas, de atorrantes alusiones a Dios, supersticiones ridículas y demás malas ocurrencias. Menos es más en casos como este, tan arriesgados y ascéticos, tan pretendidamente esenciales y prometeicos, quizás pintureros o tal vez pintorescos.
Babel.