La metamorfosis yo me transformo o alegoría alquimia parodia/paranoia/parábola sobre el deporte de élite y sus consecuencias funestas para la sociedad, ese mal ejemplo perpetuo que corrompe, y en más amplio sentido o espectro una reflexión cruda sobre el mundo contemporáneo que nos asola en forma de totalitarismo tecnológico médico farmacológico que, con la excusa de salvar el planeta, en realidad quiere eliminar lo humano sin dejar ni rastro (del delito o crimen alevoso) ni huella o de cómo para tratar de proteger el continente, ese bulo o bulto sospechoso, hay que destruir el contenido lo que en verdad nos viene al pelo, nos sirve como metáfora, obvio, sobre el cine actual y, por ende, el dominó que se desparrama sucesivamente, sobre la cultura que nos rodea que es ya solo una carcasa/cáscara vacía, ahíta de nada, opaca, supura, hueco, exuda.
La película, como todas, es mala y simpática, certera como de Rasputín daga, un retrato con bisturí de la masa que nos aplasta. Suma y sigue. Somos ya todos cobayas humanas dentro de un experimento de muerte a gran escala. El 99,99% será expurgado/ablución necesaria y lo que quede será pez espada, tritón, salamandra, alabastro, feldespato, ácido hialurónico, salitre, pegaso, hace calor.
No somos Prometeo, más bien una medusa coja, una branquia tartaja.