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Voto de Ferdydurke:
5
8.0
154,513
Aventuras. Drama
En el siglo XIV, los escoceses viven oprimidos por los gravosos tributos y las injustas leyes impuestas por los ingleses. William Wallace es un joven escocés que regresa a su tierra despues de muchos años de ausencia. Siendo un niño, toda su familia fue asesinada por los ingleses, razón por la cual se fue a vivir lejos con un tío suyo.
31 de enero de 2015
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un mamut y un mamotreto.
Inflamada épica. El Wallace guerrero y batallador, el de las soflamas y los traidores, las emboscadas y el pintureo azul, ese tiene un pase.
Pasiones escocesas. El William amante bandido, el de la banda sonora a todo volumen azucarado, miradas corderas y reinas joteras, no tanto.
Excesivo furor bélico y demasiado engolamiento heroico para contarnos las hazañas de un levantisco plebeyo, instruido, justiciero, gritón y faldero. Su trayectoria es de manual, todas las estaciones de paso para llegar a la inevitable santidad. Se hará Sir (¿como Jagger o... ?) y levantará a un pueblo. Sufrirá y amará perramente.
Buen oficio narrativo. Estructura clara y sencilla. Poderosa historia que aúna el maniqueísmo más infantil con el gótico carpintero.
Honradez expositiva y contundencia moral que sirven para mostrarnos un vía crucis que se alarga y se pierde finalmente, ahogado en su fastuosidad impostada, en su delirio egomaníaco.
El resultado es eficaz pero gris. Mucho berreo y buenas batallas, pero poco fuste. Un retrato demasiado enloquecido de un "patriota" pasado de vueltas, como macarra dominguero metido en una Edad Media de cuchufleta al que durante un buen rato le perdonas el disparate por aludir a tu necesidad de simpleza y aventura, pero acabas mareado entre tanto energúmeno vociferante, aturdido por nobles grotescos, príncipes infames y reyes atorrantes, rematado por damas de alta alcurnia con el cerebro de un mosquito y el ansia de una adolescente sin desasnar.
Hay una evidente tendencia al desmadre y la obviedad que solo queda atenuada por ciertos detalles interesantes aunque no muy elaborados, es decir, por aquellos momentos en los que el héroe incorruptible se ve abandonado por ricos sin escrúpulos, escoceses también, pero menos entregados a la causa de la libertad. Y quizás es en el personaje del narrador donde la historia alcanza un mayor grado de complejidad, supone un intento de crear un personaje con algún matiz, atormentado noble, dividido entre el idealismo de Wallace y el maquiavelismo de su putrefacto padre. Estos detalles son barquitos turbios, minúsculos, arrasados por un mar embravecido, arrumbados por la tormenta perfecta Gibson, por ese huracán despelotado, ese divo loco oliendo el dólar y sabiendo manejar el espectáculo con puño de hierro, apartando distorsiones peligrosas y refocilándose con mamoneos libertarios de primaria.
Inflamada épica. El Wallace guerrero y batallador, el de las soflamas y los traidores, las emboscadas y el pintureo azul, ese tiene un pase.
Pasiones escocesas. El William amante bandido, el de la banda sonora a todo volumen azucarado, miradas corderas y reinas joteras, no tanto.
Excesivo furor bélico y demasiado engolamiento heroico para contarnos las hazañas de un levantisco plebeyo, instruido, justiciero, gritón y faldero. Su trayectoria es de manual, todas las estaciones de paso para llegar a la inevitable santidad. Se hará Sir (¿como Jagger o... ?) y levantará a un pueblo. Sufrirá y amará perramente.
Buen oficio narrativo. Estructura clara y sencilla. Poderosa historia que aúna el maniqueísmo más infantil con el gótico carpintero.
Honradez expositiva y contundencia moral que sirven para mostrarnos un vía crucis que se alarga y se pierde finalmente, ahogado en su fastuosidad impostada, en su delirio egomaníaco.
El resultado es eficaz pero gris. Mucho berreo y buenas batallas, pero poco fuste. Un retrato demasiado enloquecido de un "patriota" pasado de vueltas, como macarra dominguero metido en una Edad Media de cuchufleta al que durante un buen rato le perdonas el disparate por aludir a tu necesidad de simpleza y aventura, pero acabas mareado entre tanto energúmeno vociferante, aturdido por nobles grotescos, príncipes infames y reyes atorrantes, rematado por damas de alta alcurnia con el cerebro de un mosquito y el ansia de una adolescente sin desasnar.
Hay una evidente tendencia al desmadre y la obviedad que solo queda atenuada por ciertos detalles interesantes aunque no muy elaborados, es decir, por aquellos momentos en los que el héroe incorruptible se ve abandonado por ricos sin escrúpulos, escoceses también, pero menos entregados a la causa de la libertad. Y quizás es en el personaje del narrador donde la historia alcanza un mayor grado de complejidad, supone un intento de crear un personaje con algún matiz, atormentado noble, dividido entre el idealismo de Wallace y el maquiavelismo de su putrefacto padre. Estos detalles son barquitos turbios, minúsculos, arrasados por un mar embravecido, arrumbados por la tormenta perfecta Gibson, por ese huracán despelotado, ese divo loco oliendo el dólar y sabiendo manejar el espectáculo con puño de hierro, apartando distorsiones peligrosas y refocilándose con mamoneos libertarios de primaria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Al final se les va de las manos. Claramente. El masoquismo porque sí; te dicen que es una trampa, tu amigo del alma que no es precisamente Séneca (fantástico Gleeson) cree que es una trampa, yo desde mi casa me relamo que es una trampa, tú, reconócelo truhan, sabes perfectamente que es una trampa, vas y... azarosamente era una trampa. Y luego dirás que no te apetecía ni un poquito. Te dan a elegir entre susto y azotaina y eliges... delante de todo el mundo. Metiendo en tu espectáculo horrísono a todo el palacio; la reina penando en su soledad de hembra sin (el) hombre, el rey agonizando por tus felonías, el príncipe haciendo el ridículo una vez más, tus amigos imperiales padeciendo tus dolores, el público inocente identificado contigo... y tú ahí, sin aire, haciendo estiramientos, sin estómago...
Una cosa desatada, entre el esperpento involuntario y la grandeza inflada. Cine comercial a puro músculo.
Una cosa desatada, entre el esperpento involuntario y la grandeza inflada. Cine comercial a puro músculo.