El eslabón perdido, hombre o mito, miedo a lo insólito, muérdago, una mosca en nuestro ungüento.
Lo mejor es ella, la gata que me niebla, Michelle, siempre.
Tiene sus buenos momentos y en general no está mal contada, pero le sobra metralla/morralla a punta pala, minutos de relleno para nada y el pingüino más que un villano nos da pena o risa, qué será lo siguiente, el delfín del mal, anda ya, acabáramos.
Horror pop, un pingüino político, como alcalde vuestro que soy, el mal primordial, Rufino es libertino, divino, superficial, me lleva a jugar al casino, me invita a comer langostinos, me gusta verle bailar, con su aire de pingüino, nunca mejor dicho, sigue y suma, eso sí, con ese gigante patito amarillo surcando las cloacas, las aguas fecales, de modo de transporte, genial estrambote, viento en popa a toda vela, eso lo domina Tim Burton de sobra.
Esta es superior a la primera en la chica, el resto, parecido, buenas líneas de diálogo, ideas brillantes, visual a veces impactante, algún toque de humor chispeante, narración sólida y tono general aplanado, mediocre, pesado, petimetre, apelotonado, con un protagonista que no da la talla y un aire que no acaba de girar hacia el lado de lo adulto serio ni tampoco hacia lo infantil puro divertimento del todo, ahí se queda, como Hamlet, rumiando, en la estacada, parada, envarada, parva, encallada, dado pena a la tristeza.