Muy tonta (o no, engañan las apariencias), muy tierna (y muy turbia) y graciosa (y muy trágica), tres en uno, aféitate, sin pelos los quiere Dios.
El primer rato con Bela y sus gafas de la industria pesada oteando (los toros desde la barrera, es un pillastre y un zascandil) el espectáculo chisporroteado de su Creatura o Leviatán a pasos agigantados creciendo como un Gremlin, Monstruoso, y sus risas (aviesas pérfidas felices, las propias de un infante travieso) y sus siniestras caras y ese monólogo interior que ríete tú de (a quién teme) Virginia Woolf supone un placer cinematográfico (y de los otros) inenarrable, inabarcable, te hace sacar el niño que llevas dentro que diría el otro o más bien Pedrito Ruiz, en fin, máximo denodado respeto, mesmérico, oceánico, glorioso.
Y los ataques, de ahí el origen del bicho mamífero, son calcaítos a los de Pearl Harbor, aquí no se dan puntadas sin hilo, la peli es del cuarenta, lo vio venir, visionaria para más señas, simbólica, tómbola, a todas luces, un alunizaje (o varios) kamikaze abismal animal de falsa bandera me sacas de una deuda, lo sabían hasta en Guantanamera, guajira, Guantanamera.
Por otro lado, es necesario señalar el claro cariz marxista leninista de la propuesta o historia, recordemos que el Partido Comunista en aquellos tiempos todavía tenía todo su power para que te demos en la madre en América y que el cine estaba infestado, como plaga de langosta, pulgón, de rojos o zurdos, o qué otra cosa puede ser esa limpieza étnica que se realiza aquí con/tra las familias adineradas por parte del obrero explotado malamente al que solo le dan o dejan las migas del gran banquete o capital cuando ellos disfrutan de toda la plusvalía negrera, vergüenza, aunque sería correcto apuntar, no está de más, que ese obrero rechazó la participación en la empresa que le ofrecieron los gerifaltes y ahora pena por no haberlo hecho aunque no (a sí mismo ni a nadie se) lo reconozca, por lo que sería un prosoviético de a medias o dubitativo porque en verdad añora el dinero que no obtuvo por su cobardía o falta de cálculo o de miras, es decir, película estalinista y de las barras y estrellas simultánea y sucesivamente, ambidiestra, ubicua, endemoniadamente compleja, que como una serpiente en espiral sobre sí misma se enrosca, no hay salida, solo agonía, veo dolor, mucho dolor.
Por lo tanto, una historia de venganza económica financiera crematística y de clase y de conciencia escindida igualmente.
Toca todos los palos.
Hasta en el amor, de hecho, hay clases, el periodista jefe o de más alto copete empata/se gana a la niña rica de la casa a la que, pese a tanta tumba, no se la ve realmente afectada (un hermano más o menos no es nada) y el secundario o contrapunto humorístico con la francesa criada ahí anda, determinista implacable mirada (el sexo está tasado, las cópulas cotizan en el mercado de valores, el amor es una inversión de poco riesgo, yo no me la juego).
Y, también, denuncia de la, para variar, lo llevan en la sangre, mala praxis de la canalla periodística capaz de vender su alma al diablo por una exclusiva, apuntarse un tanto, y de la idiotez consuetudinaria atávica eterna irresoluble de la policía, poca policía, y, para que no falte de nada, supone un ejercicio a mala idea de descojono supino sobre la gilipollez endémica genética de los científicos que no dan una a derechas ni aunque tiren a puerta vacía, ni aunque se las pongan como a Fernando, montan tanto o nada, como dice aquí el mejor actor de todos los tiempos, pomposos ignorantes, eso, y majaderos, por supuesto.