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Voto de Ferdydurke:
9
8.2
95,938
Western. Drama
William Munny (Clint Eastwood) es un pistolero retirado, viudo y padre de familia, que tiene dificultades económicas para sacar adelante a su hijos. Su única salida es hacer un último trabajo. En compañía de un viejo colega (Morgan Freeman) y de un joven inexperto (Jaimz Woolvett), Munny tendrá que matar a dos hombres que cortaron la cara a una prostituta. (FILMAFFINITY)
15 de julio de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sanguinario asesino despiadado, el que mataba mujeres y niños. Este es el estribillo, el leitmotiv de la historia que es repetido constantemente, como si de un poema épico se tratara o, tal vez, la letanía agónica de un Dios corrupto, alcohólico, montaraz.
No se escucha tanto la hermosísima pieza compuesta por el mismo Eastwood; unos pocos acordes conmovedores de guitarra que dan inicio y cierre a esta aventura negra como el infierno.
Un guion complejo (Webb Peoples, gran escritor desaparecido en combate desde finales de los noventa), riquísimo, desmitificador, contado con mano maestra por el tito Clint, acompañado por una bellísima fotografía, de tonos oscuros pero también con escenas "nevadas" y otras más luminosas, enormes personajes y muy buenos actores.
Es la historia de dos venganzas: la de las putas y la de Munny; se trata de recuperar la dignidad perdida y de honrar la amistad ultrajada; en un mundo terrible en el que solo hay dos tristes opciones: retirarse del mundanal ruido y vivir entre los cerdos (literalmente) o adherirse a la brutalidad reinante.
Tiene muchos tonos y temas, pero, sobre todo, es un western "revisionista", malhablado y prosaico, vulgar y zafio en ocasiones, la cara B, lo que nunca salía en la mejor tradición de Ford o Hawks; aquí se habla sin tapujos de masturbaciones, cagadas y zorras, de cegatos, malos carpinteros y nada menos que la reina de Inglaterra. Y es también un, perdón, "metawestern" que se cuestiona sus orígenes y leyenda, que los revierte, se ríe de ellos, con cariño pero implacablemente (el personaje del escritor y el momento en el que Little Bill le cuenta su versión de los hechos son dos momentos/elementos asombrosos, muy brillantes; el primero es un medroso y cobarde poetastro ansioso por descubrir mitos, por crearlos -sí, "Liberty Valance" ya se adelantó en aquel final glorioso-, el segundo supone una tremenda demostración de talento, la exposición sin ambages de la cruda verdad, seguramente, llena de revulsivo sarcasmo y reflexión atinada, como se verá al final -la rapidez y la puntería son buenas, pero menos importantes que la sangre fría).
Humor, ordinariez y bestialidad como inevitables y agradecidos acompañantes de la narración.
Y aun así no deja de ser un recuento de leyendas, un duelo de titanes: Bob el inglés, Little Bill, William Munny, Ned Logan... tienen un tamaño mítico, gigantesco.
Acaba siendo una extraña, deslumbrante mezcla de posmodernismo (esa afrenta inicial, la que mueve y da inicio a la trama, termina perdiendo sentido, deriva hacia el absurdo grotesco, ya que los perseguidos, los vaqueros que marcaron a la puta, se ven envueltos en una lucha de intereses y cruce de destinos que claramente les excede, tanto a ellos como al hecho en sí, convertido en una simple excusa, pálida, ridícula en comparación con lo que provoca y pone en juego, casi como el comienzo del proceso kafkiano en el que se apunta que alguien debió haber denunciado a K como si fuera algo anecdótico o inadvertido, casual, accidental, y se transforma progresivamente en una pesadilla fatalista, marcada, como si se hubiera puesto en marcha un mecanismo diabólico imposible de detener y del que en verdad nadie entiende sus razones profundas, su sentido o finalidad, y en el que conceptos como justicia, dignidad, verdad... aparecen como espantapájaros vaciados, diluidos en una confusión ambigua, inextricable, caótica y chapucera, cruel y ridícula*) y clasicismo (hay un héroe que triunfa y restablece el orden, aparentemente, se podría decir que mandaría la ley de las putas y los asesinos, que luchan contra el poder dominante representado por el sheriff, torturador, pateador y bestial, el proxeneta y los vaqueros maltratadores; un romanticismo irónico, confuso, lleno de furia y ruido).
Un personaje principal que recuerda obsesivamente un pasado que le atormenta para tratar así de conjurarlo, como si verbalizando la ristra de pecados nefandos perpetrados se redimiese, se inmunizase ante la tentación de volver a cometerlos. Pero la mirada es fatalista y viene a decir que más allá de las circunstancias cambiantes, somos inevitablemente de una determinada manera, algunos quizás más claramente que otros, y que aunque esta parezca enterrada u olvidada, sigue latente, al acecho, y Munny era, es y será un sicario, su oficio verdadero, su carácter y destino, su sino, el resto son solo excusas. Un personaje que recuerda a otro mítico ser de ficción, el juez Holden de "Meridano de sangre" (espeluznante poema sobre el mal, más metafísico y lírico, menos "humorístico" que "Sin perdón"; otra obra que recrea el pasado americano como un gran experimento de barbarie y perdición) concretamente, menos filosófico y mefistofélico que el creado por McCarthy, pero de cualidades y atributos semejantes (si forzamos la máquina de las comparaciones, ya que estamos, podemos ver reflejos también de otros personajes: el niño, Glanton, el capitán White... ).
Por lo tanto, se puede afirmar que es una película abierta, ambigua, en contradicción y lucha, inabarcable, ya que lo mismo pisotea los arquetipos que los reconstruye, tanto parodia los valores heroicos como los reivindica, ensalza la necesidad de buscar la justicia y la pervierte, cree en una moral y la niega, insiste en la fuerza redentora del amor y a continuación la desmiente.... De ahí esas frases finales, misteriosas, sin explicaciones ni aclaraciones fáciles, tan ensimismadas y relativas como todo lo demás, como, supongo, por otra parte, que debe ser la vida.
No se escucha tanto la hermosísima pieza compuesta por el mismo Eastwood; unos pocos acordes conmovedores de guitarra que dan inicio y cierre a esta aventura negra como el infierno.
Un guion complejo (Webb Peoples, gran escritor desaparecido en combate desde finales de los noventa), riquísimo, desmitificador, contado con mano maestra por el tito Clint, acompañado por una bellísima fotografía, de tonos oscuros pero también con escenas "nevadas" y otras más luminosas, enormes personajes y muy buenos actores.
Es la historia de dos venganzas: la de las putas y la de Munny; se trata de recuperar la dignidad perdida y de honrar la amistad ultrajada; en un mundo terrible en el que solo hay dos tristes opciones: retirarse del mundanal ruido y vivir entre los cerdos (literalmente) o adherirse a la brutalidad reinante.
Tiene muchos tonos y temas, pero, sobre todo, es un western "revisionista", malhablado y prosaico, vulgar y zafio en ocasiones, la cara B, lo que nunca salía en la mejor tradición de Ford o Hawks; aquí se habla sin tapujos de masturbaciones, cagadas y zorras, de cegatos, malos carpinteros y nada menos que la reina de Inglaterra. Y es también un, perdón, "metawestern" que se cuestiona sus orígenes y leyenda, que los revierte, se ríe de ellos, con cariño pero implacablemente (el personaje del escritor y el momento en el que Little Bill le cuenta su versión de los hechos son dos momentos/elementos asombrosos, muy brillantes; el primero es un medroso y cobarde poetastro ansioso por descubrir mitos, por crearlos -sí, "Liberty Valance" ya se adelantó en aquel final glorioso-, el segundo supone una tremenda demostración de talento, la exposición sin ambages de la cruda verdad, seguramente, llena de revulsivo sarcasmo y reflexión atinada, como se verá al final -la rapidez y la puntería son buenas, pero menos importantes que la sangre fría).
Humor, ordinariez y bestialidad como inevitables y agradecidos acompañantes de la narración.
Y aun así no deja de ser un recuento de leyendas, un duelo de titanes: Bob el inglés, Little Bill, William Munny, Ned Logan... tienen un tamaño mítico, gigantesco.
Acaba siendo una extraña, deslumbrante mezcla de posmodernismo (esa afrenta inicial, la que mueve y da inicio a la trama, termina perdiendo sentido, deriva hacia el absurdo grotesco, ya que los perseguidos, los vaqueros que marcaron a la puta, se ven envueltos en una lucha de intereses y cruce de destinos que claramente les excede, tanto a ellos como al hecho en sí, convertido en una simple excusa, pálida, ridícula en comparación con lo que provoca y pone en juego, casi como el comienzo del proceso kafkiano en el que se apunta que alguien debió haber denunciado a K como si fuera algo anecdótico o inadvertido, casual, accidental, y se transforma progresivamente en una pesadilla fatalista, marcada, como si se hubiera puesto en marcha un mecanismo diabólico imposible de detener y del que en verdad nadie entiende sus razones profundas, su sentido o finalidad, y en el que conceptos como justicia, dignidad, verdad... aparecen como espantapájaros vaciados, diluidos en una confusión ambigua, inextricable, caótica y chapucera, cruel y ridícula*) y clasicismo (hay un héroe que triunfa y restablece el orden, aparentemente, se podría decir que mandaría la ley de las putas y los asesinos, que luchan contra el poder dominante representado por el sheriff, torturador, pateador y bestial, el proxeneta y los vaqueros maltratadores; un romanticismo irónico, confuso, lleno de furia y ruido).
Un personaje principal que recuerda obsesivamente un pasado que le atormenta para tratar así de conjurarlo, como si verbalizando la ristra de pecados nefandos perpetrados se redimiese, se inmunizase ante la tentación de volver a cometerlos. Pero la mirada es fatalista y viene a decir que más allá de las circunstancias cambiantes, somos inevitablemente de una determinada manera, algunos quizás más claramente que otros, y que aunque esta parezca enterrada u olvidada, sigue latente, al acecho, y Munny era, es y será un sicario, su oficio verdadero, su carácter y destino, su sino, el resto son solo excusas. Un personaje que recuerda a otro mítico ser de ficción, el juez Holden de "Meridano de sangre" (espeluznante poema sobre el mal, más metafísico y lírico, menos "humorístico" que "Sin perdón"; otra obra que recrea el pasado americano como un gran experimento de barbarie y perdición) concretamente, menos filosófico y mefistofélico que el creado por McCarthy, pero de cualidades y atributos semejantes (si forzamos la máquina de las comparaciones, ya que estamos, podemos ver reflejos también de otros personajes: el niño, Glanton, el capitán White... ).
Por lo tanto, se puede afirmar que es una película abierta, ambigua, en contradicción y lucha, inabarcable, ya que lo mismo pisotea los arquetipos que los reconstruye, tanto parodia los valores heroicos como los reivindica, ensalza la necesidad de buscar la justicia y la pervierte, cree en una moral y la niega, insiste en la fuerza redentora del amor y a continuación la desmiente.... De ahí esas frases finales, misteriosas, sin explicaciones ni aclaraciones fáciles, tan ensimismadas y relativas como todo lo demás, como, supongo, por otra parte, que debe ser la vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
*Solo hay que ver las dos muertes, ajusticiamientos o ejecuciones: a cual más chusca y desoladora; salvajismo esperpéntico. En la primera se observa la espantosa agonía del pobre chaval con el miedo paralizante de sus compañeros y amigos, la renuncia indecisa de Logan, los nervios de Schofield Kid y las dudas de Munny sobre su puntería; una chapuza vergonzosa. En la segunda la cosa empeora, si eso fuera posible, se le suma escatología y chocarrería ya que tienen que esperar horas tras el cagadero con el mal olor al que hacen puntual alusión para tratar de eliminar al patán mientras está cagando (Tarantino haría algo parecido pocos años después con Travolta en "Pulp Fiction") con tres tiros a bocajarro. Y se remata todo con la confesión del miope inocente que, ante el horror recién vivido, anuncia su prematuro retiro de la profesión de matarife. Y con unos comentarios finales sobre la muerte y el asesinato ("cuando matas a un hombre le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría tener", redundante frase para incidir en la idea del exterminio como algo atroz y absolutamente definitivo, más que sin perdón, sería sin remedio) como insuperable colofón del primer periplo homicida (este más mercantil, el segundo sobre todo "ideológico", los dos vocacionales, esenciales) del asesino de mujeres y niños.
Todos los personajes están filtrados por el humor.
Little Bill es un personaje tremendamente matizado; vive para su casa y no quiere sobresaltos; es un penoso carpintero (ni un ángulo recto) y un gran sheriff; imparte justicia con salvajismo y crueldad pero con un fin razonable, que el pueblo se mantenga en relativa en paz. Hackman, inmenso.
El Duque/Pato (¿leyenda o verdad?, tú eliges) es ingenioso y elegante, valiente y sarcástico, pero mentiroso y asesino. Harris borda su cachondo personaje, son impagables sus monólogos "reales".
Logan, Freeman siempre bien, es el escudero, el fiel compañero, personaje positivo pero no idealizado (gran detalle cuando dicen que al final, ante tanta tortura, acabó "delatando" al asesino de mujeres y niños; en una película peor o simplemente mucho más convencional y miedosa lo hubieran dejado como mártir impoluto).
El chaval es un buen chico con mucho cuento; un advenedizo y un mequetrefe que aprenderá mucho de la dura lección recibida.
Las putas son el coro y el inicio, siempre observando, ellas lo comenzaron todo, son la parte más débil, pero también implacable.
Casi cada escena es un regalo, por su precisión y hondura.
¿Quién es el dueño de esta pocilga?
Todos los personajes están filtrados por el humor.
Little Bill es un personaje tremendamente matizado; vive para su casa y no quiere sobresaltos; es un penoso carpintero (ni un ángulo recto) y un gran sheriff; imparte justicia con salvajismo y crueldad pero con un fin razonable, que el pueblo se mantenga en relativa en paz. Hackman, inmenso.
El Duque/Pato (¿leyenda o verdad?, tú eliges) es ingenioso y elegante, valiente y sarcástico, pero mentiroso y asesino. Harris borda su cachondo personaje, son impagables sus monólogos "reales".
Logan, Freeman siempre bien, es el escudero, el fiel compañero, personaje positivo pero no idealizado (gran detalle cuando dicen que al final, ante tanta tortura, acabó "delatando" al asesino de mujeres y niños; en una película peor o simplemente mucho más convencional y miedosa lo hubieran dejado como mártir impoluto).
El chaval es un buen chico con mucho cuento; un advenedizo y un mequetrefe que aprenderá mucho de la dura lección recibida.
Las putas son el coro y el inicio, siempre observando, ellas lo comenzaron todo, son la parte más débil, pero también implacable.
Casi cada escena es un regalo, por su precisión y hondura.
¿Quién es el dueño de esta pocilga?