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Voto de Ferdydurke:
5
2021
Documental, Intervenciones de: Björn Andrésen
6.5
976
Documental
En 1971, con motivo del estreno mundial de 'Muerte en Venecia', el director italiano Luchino Visconti proclamó a su Tadzio como "el chico más hermoso del mundo". Una sombra que hoy, 50 años después, pesa aun en la vida de Björn Andresen. Una película sobre el precio de la belleza.
22 de septiembre de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Debería prohibirse trabajar a los menores de edad? También les pasa a los deportistas y a los cantantes y a todo el mundo le parece la mar de bien o no dicen ni mu esta boca es mía, se celebra con algarabía.
Si te fallan/faltan los padres, estás vendido/perdido, en manos del desastre/peligro. Pero con ellos tampoco estás libre del mal.
¿Cuándo se jodió la vida de Tadzio? Pues no se sabe, aquí lo sitúan en la prematura abrupta ausencia materna y/o en la intervención en la famosa película, pero es siempre complicado (des)cifrar exactamente el comienzo del derrumbe.
Sí, no exageraban, era muy bello, y Visconti lo utilizó, usar y tirar, lo normal, un suspiro, un vampiro, lo que es el arte, vale, pero por otro lado no dramaticemos, o sí, esto pasa muy habitualmente, todos los días, a pleno sol, es bastante común este uso, la diferencia fundamental es que participó de un acontecimiento cultural de primer orden, excepcional, el cruce ¿feliz? de dos mitos, Mann y el citado director italiano (era comunista, pero tenía sirvientes, dicen, cabalgaba contradicciones, lo cortes no quita lo valiente, soy idealista, no tonto, tengo derecho a un ferrari rojo).
El documental trata de ser poético, estar a la altura, apuntarse un tanto y no lo tiene demasiado claro, lo cumple solo a medias, a veces es excesivamente similar a un reality cutre morboso lacrimoso horroroso, otros juega más al despiste y hace elipsis, equilibrismo, insinúa, apunta pero no da, se deja caer, no acaba de tirar la primera piedra, se arredra, y en ocasiones también recurre a las postales o a los silencios con pretendido solemne poso o fondo, a las miradas perdidas al infinito que me pierdo y no me encuentro.
Sí, tenía un lado misterioso perverso, asomaba, y eso es lo bueno o rico o terrible gracioso, esa mezcla sutil de timidez y arrogancia, fragilidad, pecado, inocencia y corrupción, delicadeza y delicuescencia, desvalimiento, degradación, disgregación, inseguro y poderoso, ambigüedad, miedo, desvanecimiento, desconcierto y estupor, pudor, in/a/moralidad, Luchino lo vio, le caló y lo explotó y es ya inmortal, pase lo que pase.
A mí, claro, me hubiera interesado mucho más que nos explicaran con mayor ahínco la parte cinematográfica, su vida me interesa mucho menos, pero bueno, resulta interesante, un tanto.
Si te fallan/faltan los padres, estás vendido/perdido, en manos del desastre/peligro. Pero con ellos tampoco estás libre del mal.
¿Cuándo se jodió la vida de Tadzio? Pues no se sabe, aquí lo sitúan en la prematura abrupta ausencia materna y/o en la intervención en la famosa película, pero es siempre complicado (des)cifrar exactamente el comienzo del derrumbe.
Sí, no exageraban, era muy bello, y Visconti lo utilizó, usar y tirar, lo normal, un suspiro, un vampiro, lo que es el arte, vale, pero por otro lado no dramaticemos, o sí, esto pasa muy habitualmente, todos los días, a pleno sol, es bastante común este uso, la diferencia fundamental es que participó de un acontecimiento cultural de primer orden, excepcional, el cruce ¿feliz? de dos mitos, Mann y el citado director italiano (era comunista, pero tenía sirvientes, dicen, cabalgaba contradicciones, lo cortes no quita lo valiente, soy idealista, no tonto, tengo derecho a un ferrari rojo).
El documental trata de ser poético, estar a la altura, apuntarse un tanto y no lo tiene demasiado claro, lo cumple solo a medias, a veces es excesivamente similar a un reality cutre morboso lacrimoso horroroso, otros juega más al despiste y hace elipsis, equilibrismo, insinúa, apunta pero no da, se deja caer, no acaba de tirar la primera piedra, se arredra, y en ocasiones también recurre a las postales o a los silencios con pretendido solemne poso o fondo, a las miradas perdidas al infinito que me pierdo y no me encuentro.
Sí, tenía un lado misterioso perverso, asomaba, y eso es lo bueno o rico o terrible gracioso, esa mezcla sutil de timidez y arrogancia, fragilidad, pecado, inocencia y corrupción, delicadeza y delicuescencia, desvalimiento, degradación, disgregación, inseguro y poderoso, ambigüedad, miedo, desvanecimiento, desconcierto y estupor, pudor, in/a/moralidad, Luchino lo vio, le caló y lo explotó y es ya inmortal, pase lo que pase.
A mí, claro, me hubiera interesado mucho más que nos explicaran con mayor ahínco la parte cinematográfica, su vida me interesa mucho menos, pero bueno, resulta interesante, un tanto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Hay dos culpables o señalados, eso que gusta tanto, son los villanos, siempre necesarios, la abuela y el director sin olvidarnos de paso de los medios/artisteo (ay, japón) que quieren hacer dinero y de la comunidad gay que acosa compra o lo que sea que se tercia. Varias víctimas, eso sí que chifla, Tadzio Björn el primero o por antonomasia y luego su más directa familia, su mujer y sus hijos, daños colaterales.
Siempre que se recrean/reproducen este tipo de situaciones doméstico sentimentales de esta manera tan (supuestamente) realista, es inevitable preguntarse, esa incertidumbre, hasta qué punto condiciona esas escenas o reacciones la presencia de las cámaras, o cómo actuarían si no estuvieran siendo filmados por extraños o si incluso no actuarían de ningún modo si estuvieran a solas, nada harían, pasarían de largo, se ignorarían unos a otros, por no hablar de la cuestión tan peliaguda tabú económica que puede provocar que hagan/finjan cosas/afectos/sentimientos que nada les apetece o en los que no creen ni sienten, que vendan sus miserias por un plato de lentejas, que, paradójicamente, este documental haga justo lo mismo que denuncia o por lo que se apena, que los responsables, los arriba firmantes se aprovechen de esta pobre gente para crear su propia obra carrera o producto, carroñeros de diseño.
Friamente aburrido hermoso (en las imágenes de archivo sobre todo, casting o película, por lo que allí tiene de verdad sordidez fugaz belleza) es este coso.
Se apunta la prostitución (clara eufemísticamente) en un tramo (parisino) de su vida, pero en ese sentido, en cómo se gana o ganó la vida después de su experiencia japo chusco musical todo queda en sombras, una pena.
Hay millones de películas, por ceñirnos a este caso, muy queridas y admiradas, realizadas por directores muy queridos o admirados, en las que se ha utilizado (¿exprimido/expoliado/explotado?) a niños, mucho menores que este adolescente, hasta bebés, para representar todo tipo de papeles o hechos aberrantes (y me refiero, incluyo, obviamente, también a películas preñadas de buenos sentimientos, familiares, blanquísimas, sin nada de mal deseo, todo del sano, en las que los niños se ven obligados a hacer el ridículo, a fingir idioteces, a llorar si ganas, a sufrir por nada, a montar números grotescos, a morir, enfermar, hacer el mono o el indio, a pasar por jornadas laborales de toma pan y moja etcétera) y, mucho me temo, nadie derrama (por su destino o indefensión) ni una jodida lágrima, sigan, circulen, al contrario, se emociona la platea, aplaude, goza, jalea, les premia, les zarandea, se permite, ahora mismo, cada día, no somos nuevos, nos conocemos, si tanto nos molesta u ofende, no es necesario esperar tantos años para elevar la queja o rasgarnos las vestiduras, llorar como plañideras.
¿Y no acuso a nadie, me miro en el espejo?
Siempre que se recrean/reproducen este tipo de situaciones doméstico sentimentales de esta manera tan (supuestamente) realista, es inevitable preguntarse, esa incertidumbre, hasta qué punto condiciona esas escenas o reacciones la presencia de las cámaras, o cómo actuarían si no estuvieran siendo filmados por extraños o si incluso no actuarían de ningún modo si estuvieran a solas, nada harían, pasarían de largo, se ignorarían unos a otros, por no hablar de la cuestión tan peliaguda tabú económica que puede provocar que hagan/finjan cosas/afectos/sentimientos que nada les apetece o en los que no creen ni sienten, que vendan sus miserias por un plato de lentejas, que, paradójicamente, este documental haga justo lo mismo que denuncia o por lo que se apena, que los responsables, los arriba firmantes se aprovechen de esta pobre gente para crear su propia obra carrera o producto, carroñeros de diseño.
Friamente aburrido hermoso (en las imágenes de archivo sobre todo, casting o película, por lo que allí tiene de verdad sordidez fugaz belleza) es este coso.
Se apunta la prostitución (clara eufemísticamente) en un tramo (parisino) de su vida, pero en ese sentido, en cómo se gana o ganó la vida después de su experiencia japo chusco musical todo queda en sombras, una pena.
Hay millones de películas, por ceñirnos a este caso, muy queridas y admiradas, realizadas por directores muy queridos o admirados, en las que se ha utilizado (¿exprimido/expoliado/explotado?) a niños, mucho menores que este adolescente, hasta bebés, para representar todo tipo de papeles o hechos aberrantes (y me refiero, incluyo, obviamente, también a películas preñadas de buenos sentimientos, familiares, blanquísimas, sin nada de mal deseo, todo del sano, en las que los niños se ven obligados a hacer el ridículo, a fingir idioteces, a llorar si ganas, a sufrir por nada, a montar números grotescos, a morir, enfermar, hacer el mono o el indio, a pasar por jornadas laborales de toma pan y moja etcétera) y, mucho me temo, nadie derrama (por su destino o indefensión) ni una jodida lágrima, sigan, circulen, al contrario, se emociona la platea, aplaude, goza, jalea, les premia, les zarandea, se permite, ahora mismo, cada día, no somos nuevos, nos conocemos, si tanto nos molesta u ofende, no es necesario esperar tantos años para elevar la queja o rasgarnos las vestiduras, llorar como plañideras.
¿Y no acuso a nadie, me miro en el espejo?