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Voto de Ferdydurke:
5
7.8
3,743
Drama
Urgida por la necesidad de dinero para cubrir sus cuantiosos gastos, una condesa vende unos pendientes que le regaló su marido, y a éste le dice que los ha extraviado. El joyero, indiscreto, le cuenta al conde lo sucedido, y le vende la joya que, tras distintos avatares, llegan a manos de un diplomático italiano. (FILMAFFINITY)
6 de marzo de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cínica y elegante como pocas en buena medida tiende al melodrama y el romanticismo solemne y está llena de alardes visuales formales (tantos que se exceden como en el baile interminable, infinito, platónico, o cuando el chaval tiene que ir y volver una y otra vez a recoger cosas que le pide su padre o en los travelling y los de bolillo encaje encuadres o de cámara movimientos o maravillosas en escena puestas que se hacen constantes) y en verdad toda ella es alada, (des)encadenada y sublime virtuosa, una cinematográfica locura que a su vez deriva final y tristemente hacia una moral de catequesis y sacristía (que no, eso en la versión que he visto yo, en la doblada, retro vade, sea, en la otra, en la original, ese aspecto* es otro, no ha lugar a la homilía, por lo tanto, aviso a navegantes, esta crítica, para nada variar, NO es de ninguna utilidad, no sirve para na, tampoco su votación, no tiene el más mínimo sentido, contradicción, puro absurdo, es un estrambote, una equivocación, un malentendido, un -craso- error, una aberración, una monstruosidad, pido perdón, no volverá a pasar, jamás, lo juro por mi honor) y en la que además sus grandes pasiones o conflictos son mucho más enunciados o declamados que realmente sentidos ya que los personajes de esta película son apenas títeres o perchas o cachivaches a través de los que el director, Deseando amar, hace una portentosa exhibición de belleza y poder, no tienen entidad ni alma más que como fantoches o fantasmas y tanto si se enamoran como si se desenamoran será porque lo cuentan, no porque te lo creas o te lo demuestren o notes, a lo que hay que añadir la utilización del recurso narrativo de las casualidades, azar y necesidad, de los pendientes mediante llevado hasta un límite que es ridículo, por todo ello, es una película tan disfrutable y admirable y fascinante como vacua y tontorrona y pretenciosa, pura carcasa, mermelada, por dentro nada, hermosa trampa o tramoya.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
* En la versión doblada ella pide a la virgencita y, suponemos a todos los santos de paso, por su marido, en la original por el amante, ahí es nada, en el primer caso cambia la trayectoria de la historia, en el segundo es mucho más coherente, en el primero es moraleja y monserga, en el segundo de amor locura, en este caso, y sin que sirva de precedente, el remiendo no mejora lo dado, lo empeora claramente, lo destroza, lodo.
Lo cual nos lleva a otro terreno, milagroso, al hecho de que convivan dos película iguales y diferentes a la vez en el mismo universo nada paralelo y que nadie le ponga remedio ni clame al cielo, sigan, circulen, suponemos que por la gracia, por la joda, por la mierda.
Pecadoras y arrepentidas las quiere Dios (que no, no se echa atrás, sigue hasta el final con la idea misma), mi frivolidad de concupiscente pensamiento mala inclinación me llevó camino de perdición (sí a lo segundo, no a lo primero, no fue capricho, fue destino, sino, fatum, el corazón tiene razones que son sinrazón que a mi razón se hace o no).
El duelo.
Por una parte finaliza de manera perfecta, Virgencita que me quede como estoy (tendría ella que al principio de todo haber pensado), con la rima, por la otra es falsa, con la tragedia a espuertas tremebunda y doble o triple en off, con un muñón, quizás acobardados ante el tremendo pifostio que habían montado a última hora a la carrera semejante disparate engendro sindiós cuando antes todo era esgrima intelectual, cortesía, buenas maneras, soterradas hipocresías, nunca la horrorosa vulgaridad de las armas de fuego, qué destemplada ordinariez y qué decepción, comenzamos comiendo caviar y acabamos como el rosario de la aurora con, qué bajón, un bocata de mortadela.
Es Ana Karenina portátil, hay hasta trenes, chuchurría, desaboría, con poco fuste o fundamento trasfondo.
No hay nada que nos enseñen de De Sica que le pueda fascinar tanto a ella, cero.
No hay nada que nos enseñen que la pueda perturbar enfermar tanto al final a ella, no.
No hay nada que nos enseñen que pueda justificar tan increíble cambio de actitud de él que pasa de ponérsela prácticamente en la cama del otro (cuando no había motivo ninguno y era lo más fácil del mundo evitarlo al comienzo de todo salvo por perversión malsano placer que no encaja con su postrero tan ofendido comportamiento) a querer matarlo por quítame allá esas pajas de nada tan a posteriori cuando no había pasado nada de lo que él justo había intentado que pasara por todos los medios, al revés el mundo.
Intentan meter en cien minutos apretados de vellón lo que necesitaría de horas de duración o de mayor interés/preocupación por lo psicológico contextual que solo por lo puramente audiovisual como es el caso.
La edad de la inocencia escurrida, espolvoreada, raquítica, anoréxica, empequeñecida.
La dama de las camelias. La chica con la maleta.
Del humor (puertas que se abren y se cierran en la ópera como de Lubitsch) al horror (lo maté porque era mía y me muero porque no era tuya). Ese salto imposible, por poco y mal desarrollado, muy superficialmente, que va de la distinción y el señorío a la charcutería, lo mismo que de la insustancialidad a la desgracia.
Tanta tumba por los pelos de la burra cogida.
El último vals.
La belle époque.
Mal del siglo.
Lo cual nos lleva a otro terreno, milagroso, al hecho de que convivan dos película iguales y diferentes a la vez en el mismo universo nada paralelo y que nadie le ponga remedio ni clame al cielo, sigan, circulen, suponemos que por la gracia, por la joda, por la mierda.
Pecadoras y arrepentidas las quiere Dios (que no, no se echa atrás, sigue hasta el final con la idea misma), mi frivolidad de concupiscente pensamiento mala inclinación me llevó camino de perdición (sí a lo segundo, no a lo primero, no fue capricho, fue destino, sino, fatum, el corazón tiene razones que son sinrazón que a mi razón se hace o no).
El duelo.
Por una parte finaliza de manera perfecta, Virgencita que me quede como estoy (tendría ella que al principio de todo haber pensado), con la rima, por la otra es falsa, con la tragedia a espuertas tremebunda y doble o triple en off, con un muñón, quizás acobardados ante el tremendo pifostio que habían montado a última hora a la carrera semejante disparate engendro sindiós cuando antes todo era esgrima intelectual, cortesía, buenas maneras, soterradas hipocresías, nunca la horrorosa vulgaridad de las armas de fuego, qué destemplada ordinariez y qué decepción, comenzamos comiendo caviar y acabamos como el rosario de la aurora con, qué bajón, un bocata de mortadela.
Es Ana Karenina portátil, hay hasta trenes, chuchurría, desaboría, con poco fuste o fundamento trasfondo.
No hay nada que nos enseñen de De Sica que le pueda fascinar tanto a ella, cero.
No hay nada que nos enseñen que la pueda perturbar enfermar tanto al final a ella, no.
No hay nada que nos enseñen que pueda justificar tan increíble cambio de actitud de él que pasa de ponérsela prácticamente en la cama del otro (cuando no había motivo ninguno y era lo más fácil del mundo evitarlo al comienzo de todo salvo por perversión malsano placer que no encaja con su postrero tan ofendido comportamiento) a querer matarlo por quítame allá esas pajas de nada tan a posteriori cuando no había pasado nada de lo que él justo había intentado que pasara por todos los medios, al revés el mundo.
Intentan meter en cien minutos apretados de vellón lo que necesitaría de horas de duración o de mayor interés/preocupación por lo psicológico contextual que solo por lo puramente audiovisual como es el caso.
La edad de la inocencia escurrida, espolvoreada, raquítica, anoréxica, empequeñecida.
La dama de las camelias. La chica con la maleta.
Del humor (puertas que se abren y se cierran en la ópera como de Lubitsch) al horror (lo maté porque era mía y me muero porque no era tuya). Ese salto imposible, por poco y mal desarrollado, muy superficialmente, que va de la distinción y el señorío a la charcutería, lo mismo que de la insustancialidad a la desgracia.
Tanta tumba por los pelos de la burra cogida.
El último vals.
La belle époque.
Mal del siglo.