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Voto de KraSti:
4
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3.7
723
Drama. Musical
Joselito es un niño muy travieso que vive cerca de Sevilla. Posee una voz privilegiada y el novio de su hermana quiere sacarle partido. Pero el chico se niega. Finalmente, al conocer a una niña ciega que le produce un gran impacto, Joselito accede a participar en un concurso de la radio para poder pagarle la operación que posiblemente la cure. (FILMAFFINITY)
3 de julio de 2013
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
[los primeros capítulos están en la película "El pequeño ruiseñor"]
CAPÍTULO 3. Donde nos damos cuenta que la chatarra se oxida y que las canciones tristes son más largas que las alegres.
Marisa salió a tomarse unas copas con sus amigas por los bares de Madrid, la cosa estaba movida, eran los 80. Llevaba ocho años dando clases de historia en el Instituto Nisopotámico de Móstoles. Ese día solo quería relajarse, olvidar a los niños que le hacían la vida imposible. Disfrutó de un concierto que dieron los melenudos “Miguel Cruz y su Banda”. Una de las amigas quería un poco más de diversión “te hace un caballito, Marisa” le dijo. Marisa por contentar a su amiga accedió. “Este barrio lo controla el Batería, pasa buena mierda, y da buenas palizas”
- Hola, buscamos a “El Batería” – dijo Marisa a un siniestro hombrecito con capucha.
- Ahora está en el cine ¿Qué quieres? – contestó el hombre sin girarse.
Aquellas palabras resonaron en el cráneo de Marisa, fueron como un rayo de luz en sus neuronas. De pronto estaba en aquella aula, cantando, ante la mirada atónita del profesor Vivas.
- ¿Eres Joselito? – preguntó utilizando más el alma que sus cuerdas vocales.
Aquella figura encapuchada se giró y dejó al descubierto su rostro, un rostro enlosado con los años y las penas, pero que traspiraba una mirada de ruiseñor. “ ¡Marisi! “ dijo al tiempo que su fusionaban los dos en un abrazo.
- ¿Cuánto tiempo ha pasado? – decía Marisa - ¿dónde te has metido?, ¿por qué nunca me llamaste?
- ¡Ay mi campanera! – hablaba Joselito - ¡cuántas veces lo pensé! Verás, me secuestraron, me robaron mi niñez, me obligaron a hacer cosas horribles. Y cuando dejé de servirle para sus horrorosos planes se deshicieron de mí, me dieron una patada y acabé durmiendo en los bordillos sin saber muy bien quien era el que cantaba, dentro de ese televisor. Me robaron, Marisa, me robaron.
- Tranquilo José, aquí estoy yo, no volveremos a separarnos. ¿Te apetece que cantemos?
- No hay musicales de canciones tristes.
- Sí, ¿no has visto Bailar en la oscuridad del danes zumbao ese?
- Esa peli todavía no se ha hecho. Bueno a lo que vamos, Marisa, no nos desviemos. Verás, tengo un plan, y lo voy a llevar a cabo, ya lo tengo todo preparado.
- ¿De qué se trata?
- Marisa, no hay mayor tesoro que la vida, y eso es precisamente lo que me robaron esos masones. Aniquilaron mi juventud, y la vida es como una casa, sin los ladrillos de la juventud no puedes construir tu presente.
- Eres un poeta Joselito!
- Me gustan las redondillas
- Y … ¿qué piensas hacer?
- Recuperar mi juventud.
CAPÍTULO 4. Donde descubrimos que el tiempo no es oro
Joselito y Marisa galopaban a toda velocidad montados en sus caballos por el parque del Rodeo mientras sonaba de fondo una de Ennio Morricone. Habían pasado más 30 años desde aquel encuentro en un callejón de Madrid. Ahora habían llegado galopando a C City, ciudad famosa por sus abelardos y arroces inflados. Pero no habían venido a eso, necesitaban una fuerte suma de dinero para invertirlo en el proyecto de Joselito, y solo una persona podría aportar tal cantidad, una excéntrica millonaria, excompañera de trabajo de Marisa, que se hizo rica al echar la quiniela a media con sus alumnos, según se cuenta, mandó a asesinar a todos sus discípulos premiados para quedarse con todo el premio. Una vez consiguieron el oro, saliendo ya de ese centro de mármol, niños enjaulados y columnas dóricas alguien apareció en escena en su pony color rosa chicle, era el profesor Vivas y detrás cinco hombres de negro a caballo.
La persecución fue vertiginosa, atravesaron un puente de madera donde había un niño con una rama en la mano encadenado a la barandilla, los hombres de Vivas disparaban sin cesar, de pronto se encontraron con una vía donde se dibujaba un tren que venía velozmente. “Pasa rápido, Marisa”. El tren arrolló a tres de los perseguidores, solo pasó al otro lado el profesor Vivas y su pony. Continuaron trotando hasta que llegaron a una casina en medio del desierto. Marisa y Joselito se bajaron y apresuradamente golpearon en la puerta. Tres individuos abrieron, uno de semblante huraño y alienado, otro descalzado individuo que parecía estar en Venus, y un joven sin coleta.
Los hechos pasaron rápidamente, los tres jóvenes tan solo pudieron contemplar la escena. El profesor Vivas se bajó del pony con Ak-47 mientras reía.
- Estais muertos pendejos - dijo el profesor con acento de ciclo latino – Llegó vuestra hora pinches de mierda.
- Ay no me lo mate Jesús – decía Marisa arrodillándose – no me lo mate por la virgencita de Guadalupe.
- ¡Dispara ya boludo! – exclamó Joselito
Entonces una bala fue directa al corazón latino de Joselito, y luego otra y otra, su cuerpo inerte cayó a los brazos de Marisa llenándolo todo de tomate.
- ¡Llegó tu turno! – dijo Vivas apuntando a la otra víctima.
Pero justo en ese momento el cuerpo del profesor se desparramó por el suelo mientras de su frente salía una especie de jugo blanco, y comenzaba a emitir chispazos y cortocircuitos, y su voz se volvía robótica. Decenas de cables y chips quedaron al descubierto. A su lado un hombre cojito pero que existía, con pelo desgreñado y puro en el labio portaba una revolver del siglo XVII. Era Hermida junior, hijo del padre de Hermida.
- ¡Muere hijo de Pizarro! – dijo escupiendo al cadáver de carne y chatarra.
[termina en el spoler] ¡Abajo spoiler!
CAPÍTULO 3. Donde nos damos cuenta que la chatarra se oxida y que las canciones tristes son más largas que las alegres.
Marisa salió a tomarse unas copas con sus amigas por los bares de Madrid, la cosa estaba movida, eran los 80. Llevaba ocho años dando clases de historia en el Instituto Nisopotámico de Móstoles. Ese día solo quería relajarse, olvidar a los niños que le hacían la vida imposible. Disfrutó de un concierto que dieron los melenudos “Miguel Cruz y su Banda”. Una de las amigas quería un poco más de diversión “te hace un caballito, Marisa” le dijo. Marisa por contentar a su amiga accedió. “Este barrio lo controla el Batería, pasa buena mierda, y da buenas palizas”
- Hola, buscamos a “El Batería” – dijo Marisa a un siniestro hombrecito con capucha.
- Ahora está en el cine ¿Qué quieres? – contestó el hombre sin girarse.
Aquellas palabras resonaron en el cráneo de Marisa, fueron como un rayo de luz en sus neuronas. De pronto estaba en aquella aula, cantando, ante la mirada atónita del profesor Vivas.
- ¿Eres Joselito? – preguntó utilizando más el alma que sus cuerdas vocales.
Aquella figura encapuchada se giró y dejó al descubierto su rostro, un rostro enlosado con los años y las penas, pero que traspiraba una mirada de ruiseñor. “ ¡Marisi! “ dijo al tiempo que su fusionaban los dos en un abrazo.
- ¿Cuánto tiempo ha pasado? – decía Marisa - ¿dónde te has metido?, ¿por qué nunca me llamaste?
- ¡Ay mi campanera! – hablaba Joselito - ¡cuántas veces lo pensé! Verás, me secuestraron, me robaron mi niñez, me obligaron a hacer cosas horribles. Y cuando dejé de servirle para sus horrorosos planes se deshicieron de mí, me dieron una patada y acabé durmiendo en los bordillos sin saber muy bien quien era el que cantaba, dentro de ese televisor. Me robaron, Marisa, me robaron.
- Tranquilo José, aquí estoy yo, no volveremos a separarnos. ¿Te apetece que cantemos?
- No hay musicales de canciones tristes.
- Sí, ¿no has visto Bailar en la oscuridad del danes zumbao ese?
- Esa peli todavía no se ha hecho. Bueno a lo que vamos, Marisa, no nos desviemos. Verás, tengo un plan, y lo voy a llevar a cabo, ya lo tengo todo preparado.
- ¿De qué se trata?
- Marisa, no hay mayor tesoro que la vida, y eso es precisamente lo que me robaron esos masones. Aniquilaron mi juventud, y la vida es como una casa, sin los ladrillos de la juventud no puedes construir tu presente.
- Eres un poeta Joselito!
- Me gustan las redondillas
- Y … ¿qué piensas hacer?
- Recuperar mi juventud.
CAPÍTULO 4. Donde descubrimos que el tiempo no es oro
Joselito y Marisa galopaban a toda velocidad montados en sus caballos por el parque del Rodeo mientras sonaba de fondo una de Ennio Morricone. Habían pasado más 30 años desde aquel encuentro en un callejón de Madrid. Ahora habían llegado galopando a C City, ciudad famosa por sus abelardos y arroces inflados. Pero no habían venido a eso, necesitaban una fuerte suma de dinero para invertirlo en el proyecto de Joselito, y solo una persona podría aportar tal cantidad, una excéntrica millonaria, excompañera de trabajo de Marisa, que se hizo rica al echar la quiniela a media con sus alumnos, según se cuenta, mandó a asesinar a todos sus discípulos premiados para quedarse con todo el premio. Una vez consiguieron el oro, saliendo ya de ese centro de mármol, niños enjaulados y columnas dóricas alguien apareció en escena en su pony color rosa chicle, era el profesor Vivas y detrás cinco hombres de negro a caballo.
La persecución fue vertiginosa, atravesaron un puente de madera donde había un niño con una rama en la mano encadenado a la barandilla, los hombres de Vivas disparaban sin cesar, de pronto se encontraron con una vía donde se dibujaba un tren que venía velozmente. “Pasa rápido, Marisa”. El tren arrolló a tres de los perseguidores, solo pasó al otro lado el profesor Vivas y su pony. Continuaron trotando hasta que llegaron a una casina en medio del desierto. Marisa y Joselito se bajaron y apresuradamente golpearon en la puerta. Tres individuos abrieron, uno de semblante huraño y alienado, otro descalzado individuo que parecía estar en Venus, y un joven sin coleta.
Los hechos pasaron rápidamente, los tres jóvenes tan solo pudieron contemplar la escena. El profesor Vivas se bajó del pony con Ak-47 mientras reía.
- Estais muertos pendejos - dijo el profesor con acento de ciclo latino – Llegó vuestra hora pinches de mierda.
- Ay no me lo mate Jesús – decía Marisa arrodillándose – no me lo mate por la virgencita de Guadalupe.
- ¡Dispara ya boludo! – exclamó Joselito
Entonces una bala fue directa al corazón latino de Joselito, y luego otra y otra, su cuerpo inerte cayó a los brazos de Marisa llenándolo todo de tomate.
- ¡Llegó tu turno! – dijo Vivas apuntando a la otra víctima.
Pero justo en ese momento el cuerpo del profesor se desparramó por el suelo mientras de su frente salía una especie de jugo blanco, y comenzaba a emitir chispazos y cortocircuitos, y su voz se volvía robótica. Decenas de cables y chips quedaron al descubierto. A su lado un hombre cojito pero que existía, con pelo desgreñado y puro en el labio portaba una revolver del siglo XVII. Era Hermida junior, hijo del padre de Hermida.
- ¡Muere hijo de Pizarro! – dijo escupiendo al cadáver de carne y chatarra.
[termina en el spoler] ¡Abajo spoiler!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
CAPÍTULO 5. Donde descubrimos que el tiempo mata
El cuerpo de Joselito exhalaba sus últimas palabras, unió sus manos con las de su amiga.
- Marisa, necesito que lo hagas por mí. Tienes el dinero, compra el tang tropical y activa la máquina del tiempo, y volveré, volveremos a cantar en el colegio. Hazlo por mí – dijo mientras cerraba sus ojos.
- Amiga – comenzó a decir Hermida – esta vida era para él una cárcel y sabes, hay pájaros que no se pueden encerrar, sus plumas son demasiado hermosas. Y solo quieren volar como el capitalismo canario.
- ¡Tengo que hacer algo! – exclamó Marisa mientras montaba en una moto, se ponía el casco y salía a toda velocidad.
Compró el espronceador de tang tropical en la Botica de Escopeta. “Esto es lo que necesitas para alcanzar la juventud, es la fuente de la juventud” dijo mientras lanzaba una carcajada de villano.
Por fin llegó a la habitación donde Joselito guardaba la máquina. Corrió una cortina y allí estaba, un artilugio de unos diez metros, de extraños aparatos de metal unidos entre sí. El cadáver de Joselito, que había transportado en la moto, yacía ahora en el suelo. Lanzó el tang tropical, la máquina se puso roja, luego amarilla y luego morada, más tarde una lluvia de relámpagos y la máquina explotó en mil pedazos. Joselito no volvió a la vida.
EPÍLOGO. Donde descubrimos que cualquier tiempo pasado fue anterior.
A partir de ese día un caso curioso empezó a suceder, la gente en lugar de hacerse vieja rejuvenecía, los años se cumplían hacia atrás, los niños en vez de nacer para fuera, nacían para dentro. Al principio parecía algo óptimo, pero enseguida todos se dieron cuenta de lo que aquello iba a desencadenar. En menos de un siglo toda la humanidad desaparecería.
Marisa era una niña pequeña, iba al colegio, solo quería cantar, solo quería recuperar aquellos años en los que era adulta, aquellos años que sabía que no iban a volver, y eso fue lo que le motivó a construir su máquina del tiempo.
FUENTES DOCUMENTALES:
- El peluquero de Joselito
- Un señor con la cara pixelada
El cuerpo de Joselito exhalaba sus últimas palabras, unió sus manos con las de su amiga.
- Marisa, necesito que lo hagas por mí. Tienes el dinero, compra el tang tropical y activa la máquina del tiempo, y volveré, volveremos a cantar en el colegio. Hazlo por mí – dijo mientras cerraba sus ojos.
- Amiga – comenzó a decir Hermida – esta vida era para él una cárcel y sabes, hay pájaros que no se pueden encerrar, sus plumas son demasiado hermosas. Y solo quieren volar como el capitalismo canario.
- ¡Tengo que hacer algo! – exclamó Marisa mientras montaba en una moto, se ponía el casco y salía a toda velocidad.
Compró el espronceador de tang tropical en la Botica de Escopeta. “Esto es lo que necesitas para alcanzar la juventud, es la fuente de la juventud” dijo mientras lanzaba una carcajada de villano.
Por fin llegó a la habitación donde Joselito guardaba la máquina. Corrió una cortina y allí estaba, un artilugio de unos diez metros, de extraños aparatos de metal unidos entre sí. El cadáver de Joselito, que había transportado en la moto, yacía ahora en el suelo. Lanzó el tang tropical, la máquina se puso roja, luego amarilla y luego morada, más tarde una lluvia de relámpagos y la máquina explotó en mil pedazos. Joselito no volvió a la vida.
EPÍLOGO. Donde descubrimos que cualquier tiempo pasado fue anterior.
A partir de ese día un caso curioso empezó a suceder, la gente en lugar de hacerse vieja rejuvenecía, los años se cumplían hacia atrás, los niños en vez de nacer para fuera, nacían para dentro. Al principio parecía algo óptimo, pero enseguida todos se dieron cuenta de lo que aquello iba a desencadenar. En menos de un siglo toda la humanidad desaparecería.
Marisa era una niña pequeña, iba al colegio, solo quería cantar, solo quería recuperar aquellos años en los que era adulta, aquellos años que sabía que no iban a volver, y eso fue lo que le motivó a construir su máquina del tiempo.
FUENTES DOCUMENTALES:
- El peluquero de Joselito
- Un señor con la cara pixelada