El cine asiático tiene por lo general dos temas sobre los que se cimenta: amoríos rarísimos pero emotivos y venganza. Bueno pues aquí de amor hay lo mismo que de recetas para hacer salmorejo, desde Kill Bill no se veía tanto metraje en busca de vendetta (bueno, igual sí se ha visto pero yo no)

Visualmente mola mucho, lo suficiente para mantener un ritmo que haga soportables 144 minutos de sangre, misoginia e incomprensible ineptitud policial. Personalmente, la historia no me parece nada original, esta cinta puede ser perfectamente un combo de otras dos pelis coreanas: Old Boy y The Chaser, aparte de tijeretazos de Seven y Saw.

El guión se refugia en la casquería y el poderío de sus protagonistas más que en la lógica, lo cual a mí me desmotiva un poco, porque eso solo se lo consiento a Robert Rodriguez. Pero vamos, aunque haya rajado más de lo que se merece es una película muy digna.

La dirección es genial (la escena de la acupuntura en el taxi, mortalmente buena) y Choi Min-Sik es un crack en el arte de recibir ostias y escupir sangre, bestial su interpretación. No puedo decir lo mismo de su némesis, que aunque no lo hace mal, se pasa la peli con la misma cara de chino triste (coreano, tailandés, japonés, samoano... en casi todas las pelis asiáticas está este mismo personaje de mirada inclinada y boca cerrada con polvorones fluyéndo por sus venas hasta que el espiritu Bruce Lee les da power)

Resumiendo, no es perfecta pero sí es muy potable (en las dos acepciones del término)