Sergio Leone mejora su anterior película, elimina errores, cambia la historia y perfila mejor los personajes. También sube un escalón a la hora de dirigir. Extrañamente la película te mantiene en una tensión constante cuando, si lo piensas, tampoco es para tanto, sin embargo los planos de Leone y las interpretaciones del film dan lugar a ello. Le añades la una vez más magistral música de Morricone e irremediablemente quedas atrapado sin despegar la mirada de la pantalla.

Y es que no da tregua desde el principio, donde nos presenta a los tres personajes principales con largas secuencias: ¨El coronel¨, estratega, inteligente, infalible, se mueve por dinero, pero según avanza la trama descubrimos que tiene una motivación mayor; ¨El manco¨, astuto, ágil y avaricioso, lo único que le interesa es el dinero; y ¨El indio¨, forajido que se fuga de la cárcel y prepara con su banda un nuevo atraco. Los dos primeros buscarán al segundo para matarlo junto a toda su banda y cobrar la recompensa.

Como vemos, en los westerns de Leone no hay héroes, no hay buenos y malos. Son hombres de pocas palabras, violentos, a los que solamente les interesan sus propias causas, normalmente egoístas. Hombres que se mueven entre muerte, dinero, y el abrasador desierto. Desierto del que saldrán si son los más inteligentes, a la vez que los más rápidos.

Todo sea por unos dólares... más.