Si bien es cierto que este primer acercamiento al cuento de ‘La Bella y La Bestia’ tiene una estética digna de alabanza, tampoco es menos cierto que la película es pretenciosa, superficial y a veces hasta molesta en su vanagloria.

La puesta en escena es teatral en exceso, hasta el punto de que parece que estemos viendo una obra de teatro en lugar de una película. La música no cesa en ningún momento, lo que resulta agotador y nos hace soñar con un silencio que nunca llega. La relación de Belle y Bête no resulta muy creíble que digamos, y eso es porque en lugar de desarrollarla el director se pierde en largos planos intrascendentes y un intento fallido de que los personajes transmitan emociones con las miradas en lugar de con las palabras. Las interpretaciones tampoco ayudan, resultan falsas y exageradas.

Ni siquiera estoy muy seguro de los valores que la película transmite, sobre todo con ese final ridículo cargado de cursilería que nos hace pasar un poco de vergüenza. ¿El amor se basa en el interés? ¿Exterior superficial e interior fingido? La verdad, no da la sensación de que sea eso lo que pretende transmitir aunque lo haga, más bien parece un efecto secundario de una mala realización, más preocupada de la forma que del fondo.

Poco me ha aportado y he sufrido para terminarla. Rescato la ambientación del castillo, con esas manos fantasmales que iluminan las salas con candelabros y las estatuas con vida propia que siguen con la mirada a quien por delante cruza, así como la caracterización de Bête, que claramente sirvió de base para todas las adaptaciones posteriores. Por lo demás, un presuntuoso cuento de hadas.