Las pobres criaturas somos nosotros, que vamos a ver cine y nos entierran en una montaña de estiércol. Estoy hasta la coronilla de los directores que van de adalides de la moral, escudándose en el arte y la libertad para restregarnos sus delirios ideológicos aleccionadores, mientras dan rienda suelta a fantasías enfermizas salidas de una mente perturbada.

La película es de mal gusto. Su estética es horrible. El sonido está usado para molestar aposta. Emma Stone y Mark Ruffalo hacen un ridículo espantoso comportándose como auténticos subnormales. Los personajes son desagradables. Los diálogos son pretenciosos. Está plagada de planos feos rollo fantasía onírica deforme que dañan la vista. Yorgos Lanthimos ha pasado de hacer interesantes obras de autor a convertirse en un lunático extravagante insufrible, y lo peor es que la gente le ríe sus pueriles bufonadas.

El argumento es basura. Un panfleto del empoderamiento y la libertad del individuo tan pasado de rosca que el mensaje se degrada hasta convertirse en una apología de la prostitución y la pedofilia. La protagonista es literalmente un bebé en el cuerpo de una adulta, a ojos de los demás una simple retrasada mental, y todos tienen sexo con ella. Al parecer tener sexo desde niño con todas las personas que conoces es la mejor educación, la mejor forma de descubrir el mundo y fortalecer la mente. Los adultos que copulan con menores en realidad son profesores impartiendo cultura. Y esa cultura no es otra que la del libertinaje, abogando por la total satisfacción de los deseos personales. ¡A las normas de la sociedad que les den! ¡Me oprimen! Si quiero insultar, pegar o robar a alguien estoy en mi derecho, si quiero escupir la comida o mearme en medio de un restaurante estoy en mi derecho, y si me entra el apretón me subo a la mesa y planto un pino allí mismo. La nueva educación es no tener educación y la nueva igualdad consiste en que todo el mundo sea igual de imbécil.

Detestable porquería. Comparable a comerse un plato de mierda.