La saga X-Men intenta vanamente reinventarse, añadiendo nuevos personajes, ubicando las historias en diferentes periodos históricos, intentando evitar un apocalipsis que no llega, pero que vaticino que llegará más pronto que tarde. En algún momento los astronómicos costes de los sueldos de sus protagonistas y de los efectos por ordenador serán mayores que la recaudación en taquilla, y ese será el punto de inflexión. En las siguientes, cambiarán actores para reducir costos, así como la calidad de las escenas de acción. Eso sólo conseguirá acelerar el apocalipsis. Con tramas como el zurullo de 'X-Men: Apocalipsis', ese momento cada vez está más cerca.

En esta entrega se inventan un nuevo supervillano que va a destruir a la humanidad y a su calidad de vida. No faltan los tópicos de la saga, entre ellos un Magneto a ratos bueno, a ratos malo, mutantes que cambian de bando, que aparezca lobezno (espero que su aparición no entre en conflicto con la peli de su origen), flashbacks por doquier, etc.

Llama la atención el nuevo fichaje, Sophie Turner (Sansa Stark de 'Juego de tronos') en el papel de la joven Jean Grey. Es el personaje que la lía parda en la tercera entrega, 'X-Men: La decisión final', la pelirroja cañón interpretada por Famke Janssen. A mí me gusta mucho más la neerlandesa, qué le vamos a hacer. Delicado que es uno.

La he visto en 3D, y pese a la espectacularidad de los efectos por ordenador, llega un momento en que no sorprenden, y que sólo queda la historia. En este caso, una historia simple, infantil y vacía. Que los fans me perdonen.