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Voto de Juan Marey:
9
Drama Tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Paul Renard, un joven francés, vive obsesionado por el recuerdo de Walter Holderlin, un soldado alemán al que mató. Después de leer y firmar la última carta de Walter, va a Alemania para hablar con su familia y pedirle perdón. Sin embargo, cuando la localiza y va a hablar con ellos, algo inesperado sucede. (FILMAFFINITY)
2 de abril de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A lo largo de la historia del cine encontramos genios del celuloide que trabajaron casi siempre en un único registro y es por lo que se les recuerda, Lubitsch está catalogado como maestro absoluto de la comedia, y absolutamente bien merecido lo tiene por lo demás. En “Remordimiento” encontramos la que podríamos catalogar como su película anómala, un film bélico, o anti-bélico si lo preferís, y que, a pesar de ser un drama, no está exenta del famoso “toque Lubitsch“, término que se usa con asiduidad para sus comedias (aunque nadie lo ha definido todavía, quizás porque se le ocurrió a un publicista, no a un crítico). Lubitsch dota a todos sus personajes de ese algo que las hace especiales, que logra se note quien es su autor, a pesar de prestarse a ello, escurre el drama fácil y lacrimógeno, los personajes asumen cierto aire cómico, entrañable, como si la vida se riese de ellos constantemente y, aún a costa de su dolor, decidiesen cínicos y refinados seguir adelante.

Abiertamente antibélicista, no se trata únicamente de un panfleto antiguerra. Más que eso, es un alegato sobre la propia condición humana del matar por matar, del absurdo de acabar con la vida de otra persona, de los enfrentamientos entre países y personas por sus diferentes nacionalidades, del dolor, la conciencia, el arrepentimiento. Y no sólo eso, sino que mucho más, es una película que se mueve todo el rato en el alambre, con riesgo de caer en el melodrama en ciertos momentos, pero saliendo airoso de todos ellos, como hacen los grandes maestros del cine, no obstante, la película gana enteros cuando se vuelve más ligera, sobre todo jugando con “la vida” en el pequeño pueblo alemán y sus habitantes.

Pero no sólo hay que aplaudir la maestría de Lubtisch con la cámara, también el trabajo del reparto merece ser muy destacado. Lubitsch se sirve de todo un monstruo de la actuación al que habría que rendir homenaje cada día del año, Lionel Barrymore, que se come la pantalla cada vez que aparece. Da vida al doctor Holderlin, padre del soldado alemán, quien cegado por el odio hacia los franceses por la pérdida de su único hijo en la guerra, compagina su carácter bondadoso y amable, con un fuerte resentimiento ante todo lo francés. Se muestra como un claro reflejo de la sociedad alemana, quien, tras perder la guerra, a millones de jóvenes, parte de su territorio, y ser víctima de una continua humillación por parte de los franceses, comienza a rezumar un fuerte sentimiento anti-francés, que tendrá como resultado algo que la historia denomina como "La Segunda Guerra Mundial". El resto del reparto cumple con sus respectivos papeles, siendo únicamente Phillips Holmes, en el papel de Paul Renard, quien no acaba de cuajar en su actuación, pecando de excesiva teatralidad y sobreactuación.

Pura emoción, un drama que te mantiene todo el tiempo con un nudo en el estómago, de una sencilla brillantez que te deja sin habla. Sencillamente, Lubitsch nos dejó una de las mejores películas antibelicistas de la Historia, un clásico imprescindible que debería proyectarse en todas las escuelas, bares y parlamentos del planeta. No dejéis de verla si tenéis oportunidad porque es una auténtica maravilla, de una envergadura artística e intelectual como pocas películas, que la elevan a mi modo de ver a la categoría de auténtica obra maestra.
Juan Marey
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