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Voto de Juan Marey:
8
Comedia El famoso escritor Sheridan Whiteside tiene una lengua viperina y un cerebro que puede resolver el crucigrama del New York Times en cuatro minutos. En un viaje a Ohio para dar una conferencia, sufre un accidente a causa del hielo y se ve obligado a permanecer recluido en la casa de un matrimonio burgués. Su comportamiento en la casa es tiránico, la gobierna como un zar y, por si fuera poco, se entromete en la vida amorosa de todo el mundo. (FILMAFFINITY) [+]
2 de diciembre de 2012
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El hombre que vino a cenar” es un film basado en una obra de teatro. la película la realizó William Keighley en 1942 a partir de un espectáculo de Broadway creado por George Kaufman, y si el cine toma prestado del teatro para crear su mundo, el teatro antes había tomado prestado de la propia realidad. El protagonista es un trasunto de Alexander Woollcott, un personaje celebre de la época, un intelectual cuyos artículos reproducían decenas de periódicos y un hombre al que escuchaban millones de personas gracias a la radio y a su patrocinador, una marca de tomate en conserva.

En la película este megalómano ingenioso es además alguien que no para de viajar, que desayuna con los Rothschild en Nueva York, toma el aperitivo en Londres con la Reina, come en Ámsterdam con el más conocido traficante de diamantes, para cenar en Washington con Roosevelt, si es que antes no se ha ido hasta Nueva Delhi para merendar con el Maharajá de Kapurthala. Es un personaje que forma parte del decorado internacional, que les aconseja a los banqueros sobre tipos de interés, a los militares sobre armamentos del futuro y a los sacerdotes sobre la crisis espiritual del siglo, un charlatán, sí claro, pero un charlatán a la altura de su tiempo.

Monty Woolley es el actor encargado de dar cuerpo al divo de la inteligencia patrocinada y BetteDavis, discretísima, es su muy eficaz secretaria para todo. Ann Sheridan es la actriz de cine que sólo piensa en casarse con un hombre muy rico que le permita retirarse del negocio antes de que le llegue la vejez. Jimmy Durante tiene un estupendo cameo, uno de esos breves papeles de lucimiento, y lo aprovecha tal y como también lo hace un estupendo Reginald Gardiner.

Una película que fluye continuamente a un ritmo endiablado, con escenas rápidas de diálogos aún más rápidos cargados de ingenio, chispa, mordacidad y muy mala baba. Un divertimento inteligente y ácido que se deja ver con el placer y el encanto de las viejas historias que Hollywood ya no sabe hacer.
Juan Marey
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