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Voto de Juan Marey:
8
Drama. Cine negro Tras el asesinato de un hombre blanco, los vecinos del pueblo culpan de ello a un hombre negro, basándose únicamente en vagas hipótesis. Pero de entre la irracional masa que quiere linchar al sospechoso, surgen un abogado, una anciana y un muchacho que estan dispuestos a aliarse y a arriesgar sus vidas para evitar el linchamiento. (FILMAFFINITY)
27 de diciembre de 2023
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“Han matado a un hombre blanco” es una más de esas fantásticas películas pertenecientes al siempre fascinante cine americano de los años cuarenta, esos años en los que el séptimo arte estadounidense era el principal productor de sueños cinéfilos. La base de por sí resulta prometedora, puesto que parte de un relato corto de William Faulkner, pero la clave está en el enfoque tan fidedigno que le dio Clarence Brown. No se habla lo suficiente de este gran cineasta, condenado durante mucho tiempo a cierto ostracismo por ser uno de esos clásicos directores asociados de por vida a un estudio (la Metro concretamente), y que no tenía unas marcas de estilo o temáticas apreciables que le conviertan en un autor, ese concepto tan sobreutilizado hasta el punto de que algunos lo usan por sistema como sinónimo de buen director, puede que Brown no fuera un autor pero sí un magnífico cineasta que, aunque asociado a películas elegantes y glamourosas marca Metro, aquí optó por un estilo totalmente distinto que sorprendería a más de uno.

Ambientada en un pueblo del sur de Estados Unidos, su protagonista es Chick, un adolescente que asiste a la detención de un hombre negro llamado Lucas acusado de haber disparado por la espalda a un blanco, uno de los miembros del clan Gowrie, justo antes de entrar en la comisaría, Lucas le pide al muchacho que su tío John sea su abogado para ese caso, pero cuando acude a la cárcel a ayudarle no encuentra en Lucas el apoyo que esperaba, éste simplemente le da a entender secamente que él no cometió el crimen dando como pista que la bala que encontrarán en el cadáver no es la de su arma, pero se resiste a dar mucha más información.

Clarence Brown, como sureño que era, se esmeró en lograr que la película tuviera una ambientación auténtica, y para ello insistió en filmar la mayor parte del metraje en exteriores reales, más concretamente en el pueblo de donde era originario Faulkner, esta es ya de entrada una de las grandes bazas de la película, que no parece una correcta recreación hollywoodiense del sur de Estados Unidos sino que desprende autenticidad, no solo en los espacios donde sucede, sino en la forma de hablar de los personajes, en sus rostros y en su comportamiento. El film huye explícitamente de la tentación de convertirse en una diatriba antisureña o de mostrar una imagen simplista de esos ambientes, el racismo está más que patente en toda la cinta, no solo en los paletos pueblerinos sino en la breve escena en que vemos a la familia de Chick, aparentemente más civilizada pero que no esconde esa actitud de superioridad implícita hacia sus sirvientes negros, la forma como trata la cinta la segregación racial no pasa pues por grandes escenas exaltadas, sino que lo encara en un nivel más complejo, sobre todo en lo que se refiere al personaje de Chick.

Una maravilla desde su arranque hasta su minuto final, uno de esos magníficos productos rodados con una aparente sencillez pero que esconden en su fuero interior un complejo compendio que almacena una osada llama de denuncia social narrada a través de una propuesta temporal moderna en virtud de un montaje que engarza con elegancia varios flashback que alumbran pasajes acontecidos en el pasado conectados íntimamente con el presente, dando lugar así a una cinta que hace gala de un ritmo trepidante y contundente a la que no le sobra ni le falta un solo segundo de metraje. Una de esas películas inclasificables que partiendo de un drama sureño de tintes judiciales, acabará convirtiéndose en una emocionante intriga tiznada de elementos noir, pero que igualmente derivará hacia una de esas historias de alumbramiento de la madurez de ese adolescente que perderá esa virginidad que el mundo de la infancia encierra en su territorio.
Juan Marey
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