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Voto de Juan Marey:
8
Western En la época de la fiebre del oro, a un poblado minero de Montana llega Joe Frail (Gary Cooper), un extraño y contradictorio médico sobre el que parece pesar un oscuro pasado. Tras el asalto de unos bandoleros a la diligencia, la única superviviente resulta ser una inmigrante suiza (Maria Schell) que, a causa de una insolación, se queda ciega. De cuidarla hasta que recupera la vista se ocupará Frail. (FILMAFFINITY)
27 de diciembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las grandes leyendas del cine estadounidense es Gary Cooper, especializado en rodar personajes nobles y héroes caballerescos como es el doctor que encarna en “El árbol del ahorcado”, uno de los últimos de su larguísima filmografía. El director fue Delmer Daves, que repite aquí el estilo sutil que había empleado en la fantástica “El tren de las tres y diez” pero con un punto mucho más melodramático.

Última incursión de Delmer Daves en el western, “El árbol del ahorcado” no sólo es su postrera gran aportación al género, sino también la última gran película de su filmografía. Todo está contado con una puesta en escena de suprema elegancia en la que Daves da rienda suelta a lo mejor de su sentido antropológico del paisaje, entendido como elemento determinante de la psicología de los personajes, y que erige a “El árbol del ahorcado” en una de sus obras más bellas; personajes y paisajes, sentimientos y geografía natural, conforman aquí un todo como nunca más volvió a darse en el posterior cine de Daves.

La construcción de los personajes es quizás uno de los puntos fuertes de “El árbol del ahorcado”, empezando por el del propio Gary Cooper, que consigue transmitir debilidad y fortaleza al mismo tiempo; es metódico, pero también tiene arranques de ira, está excelente componiendo un personaje atormentado por un turbulento pasado, que trata de olvidar sus penas, pero siempre se nos aparece como un hombre bueno, noble, de gran corazón. En cuanto a Maria Schell, su personaje escapa del tópico de mujer postrada ante su salvador y su interpretación es notable. Pero si hay un personaje del que merece hablar largo y tendido, ese es el de Karl Malden, que encarna a un buscador de oro tan idiota como codicioso llamado Frenchy Plante, y es que Frenchy tiene más recovecos de los que imaginamos, al principio puede parecer el típico bocazas inofensivo, pero luego se transforma en un hombre desequilibrado, violador en potencia, que se emborracha de pepitas de oro en su imaginación, pagando sus frustraciones con los más débiles, Malden, que era un actor de raza, consigue que nos lo tomemos en serio –incluso que le temamos– a pesar del ridículo gorrito de castor que no se quita ni para dormir.

Un sugestivo Western que demuestra el estado de madurez que el género había alcanzado a finales de los cincuenta con el planteamiento de temáticas políticas, sociales y psicológicas y sirve para acercarse a un director que siempre destacó por su capacidad de creación de atmósferas.
Juan Marey
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