Película que uno va al cine a ver por el reparto que tiene (hay que decir que es el conjunto de actores más galáctico que se ha podido ver en una sala de cine de principios de siglo) y que terminas enganchado por el argumento.

‘Ocean’s Eleven’ es un remake de una película protagonizada por el rat pack de Sinatra y que realizó el bueno de Soderbergh con el objetivo de recuperar aquel espíritu. Estoy seguro de que, ni en sus mejores sueños, creyó en conseguir tal elenco.

Pero no nos quedemos en lo superficial. Tenemos a unos buenos jugadores, muy cómodos en sus respectivos roles y muy bien dirigidos por el maestro de ceremonias, pero es que cuando la película se pone manos a la obra es una auténtica maravilla. Porque si algo me gusta de la película es el guión de Ted Griffin y como, aunque en cierta forma sepas lo que está pasando, sabe esconder sus bazas para que la película funcione.

‘Ocean’s Eleven’ tiene un humor raro, una complicidad entre sus estrellas que la hace especial y que nos permite ver que estos tipos llevan años dando golpes juntos. Cada diálogo está medido al milímetro y cada frase tiene un doble o triple sentido que te arranca una sonrisa. Para muestra, un ejemplo de cualquier diálogo entre Clooney y Pitt (que está comiendo en casi todas las escenas) o el primer encuentro con Tess en el restaurante.

Además, aquí hay un oponente a la altura de las circunstancias: El Terry Benedict de Andy García es un tiburón de los negocios que da miedo. De hecho, por ponerle una pega a esto, no se entiende muy bien qué rayos hace con Tess, pero tiene que ser así para que nos pongamos del lado de Danny.

Éxito comercial que, por supuesto, dio origen a una franquicia de secuelas bastante estimables (en especial Twelve). Hagan juego.

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