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Voto de camchichi:
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Drama
Alanis es una trabajadora sexual, madre de un niño pequeño, que deberá pelear por hacerse un lugar en la sociedad. (FILMAFFINITY)
7 de julio de 2019
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El cine de América Latina ha de agradecer la existencia de un espacio tal como el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Basta con apreciar la escasa representación que tiene el cine latino en los principales certámenes cinematográficos a nivel mundial para afirmarlo. Por lo general, aquellas películas que llegan a destacar son las que se acercan a un empleo de la técnica, narrativa y lenguaje más artífice, propio de la industria Hollywoodense. Porque la capacidad de una nación para poder desarrollar una filmografía básicamente radica en ello: en la industria. En ésta región del mundo, salvo algunos polos puntuales como Argentina, Brasil o México, el resto de los países carecen de una estructura para poder desarrollar una producción fluida, rentable, y que se refleje en un número X de films que se realicen por año. Haciendo un paralelismo con la realidad social y económica, en el pedestal sólo parecen haber cupos para películas de origen yanqui, europeo, o de determinadas regiones de Asia. La impronta que dejamos allí para poder decir presente se podría resumir en los planos secuencias de “El secreto de sus ojos” o “El clan” (de lo peor hecho por Pablo Trapero), que abraza más la noción de un cine-espectáculo que de un cine-identidad. Entonces el espacio que nos queda, como bloque continental, para garantizar, reafirmar, y desnudar las realidades que nos tocan vivir, definiéndonos como latinos, es allí, en La Habana.
Es dentro de éste marco que obras tales como “Alanis”, de la directora Anahí Berneri, logran destacar y hacerse un hueco, que de otra manera no tendrían. En ésta película en cuestión lo que destaco no es su valor social o identitario en relación a nuestras problemáticas (elemento que en el Festival se tiene muy en cuenta al momento de la premiación), si no la construcción de su discurso con los elementos visuales disponibles. Porque yendo a la realidad, el hacer cine sin tener una gran producción detrás, no se basa en el querer hacer, si no en la disponibilidad para hacer. Por ello, para quien escribe, a nivel estético tiene más fuerza la construcción de un film en base a planos estáticos que sean funcionales a lo que se cuentan, que una cámara prodigiosa que realiza movimientos suntuosos por el mero afán de la espectacularidad (sin ir más lejos, la escena en la cancha de Racing de “El secreto de sus ojos”).
Pero empecemos por el principio. ¿De qué va “Alanis”? La trama de la película gira en torno a la protagonista, de nombre homologo al título (interpretado por Sofía Gala), una madre soltera, joven y prostituta que trata de abrirse paso en la sociedad llevando consigo a un hijo de apenas año y medio de edad. Ergo, en la misma no se abarca la problemática en su totalidad, si no en un hecho puntual e igual de reducido a los valores de planos empleados: el desalojo de la protagonista de su vivienda y su consiguiente luchar por conseguir un nuevo espacio que le permita seguir ejerciendo su profesión. Aquí la grandeza de su relato: el no abarcar la problemática en su totalidad, pero si en su complejidad. Y por consecuente, la grandeza del cine como dispositivo comunicacional al actuar como sinécdoque: la parte por el todo.
Es dentro de éste marco que obras tales como “Alanis”, de la directora Anahí Berneri, logran destacar y hacerse un hueco, que de otra manera no tendrían. En ésta película en cuestión lo que destaco no es su valor social o identitario en relación a nuestras problemáticas (elemento que en el Festival se tiene muy en cuenta al momento de la premiación), si no la construcción de su discurso con los elementos visuales disponibles. Porque yendo a la realidad, el hacer cine sin tener una gran producción detrás, no se basa en el querer hacer, si no en la disponibilidad para hacer. Por ello, para quien escribe, a nivel estético tiene más fuerza la construcción de un film en base a planos estáticos que sean funcionales a lo que se cuentan, que una cámara prodigiosa que realiza movimientos suntuosos por el mero afán de la espectacularidad (sin ir más lejos, la escena en la cancha de Racing de “El secreto de sus ojos”).
Pero empecemos por el principio. ¿De qué va “Alanis”? La trama de la película gira en torno a la protagonista, de nombre homologo al título (interpretado por Sofía Gala), una madre soltera, joven y prostituta que trata de abrirse paso en la sociedad llevando consigo a un hijo de apenas año y medio de edad. Ergo, en la misma no se abarca la problemática en su totalidad, si no en un hecho puntual e igual de reducido a los valores de planos empleados: el desalojo de la protagonista de su vivienda y su consiguiente luchar por conseguir un nuevo espacio que le permita seguir ejerciendo su profesión. Aquí la grandeza de su relato: el no abarcar la problemática en su totalidad, pero si en su complejidad. Y por consecuente, la grandeza del cine como dispositivo comunicacional al actuar como sinécdoque: la parte por el todo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Tal figura retórica no se limita únicamente en el concepto que se pretende plasmar, si no que se refleja en un planteo visual tan potente como temerario. No se hace necesario mostrar una locación en su totalidad para que comprendamos el espacio en que los personajes se mueven, así como tampoco teme al recorte de los mismos fuera del encuadre para que comprendamos su acción, o al empleo del fuera de plano para trasmitirnos lo inquietante de la acción dramática en sí. Ejemplo de ello es al inicio de la película cuando la protagonista trata de bloquear el acceso a su departamento de dos agentes que, haciéndose pasar por clientes, llegan con la intención de clausurarles el negocio. Mientras la acción pasa, de fondo se escuchan los llantos del niño ante la invasión que se está sucediendo en su hogar. De igual manera ocurre cuando el propietario del apartamento decide dejar fuera del mismo a la madre y al hijo tras lo acontecido. Mientras ésta golpea con insistencia la puerta para qué, aunque sea, le deje retirar sus pertenencias, el niño se hace presente mediante sus llantos, sin verse en ningún momento. Mediante tal recurso, sin prostituir el relato o volverlo gratuito en ningún momento, es que la magnitud de los hechos adquiere el dramatismo necesario y da el correlativo golpe de efecto al espectador. Mención especial a la construcción de encuadres mediante el recorte y el uso de espejos con sus correspondientes reflejos en los mismos.
Sin subrayarlo, la directora expone la marginación social a la cual la protagonista está sometida por la simple elección de su profesión. Marginación que se da en el personaje de la tía a la cual acude para que le brinde techo por unos días, en sus colegas callejeras que la persiguen por trabajar en su “territorio”, y a través de la propia clientela (muy bien construida la escena en el telo, con el típico cliente “langa” y merquero, y el consecuente acto qué, mediante el cambio de la tonalidad en los parlamentos que buscan “calentar” al cliente, reflejan la emancipación y la bronca que siente la protagonista hacia aquellos que la tratan como un objeto meramente sexual). En cierto momento de la trama la tía le manifiesta que a ella “solo le gusta trabajar de una cosa”, menospreciándola. Pero hay una realidad que la película no tiene que decirla para que se comprenda, y que tampoco la digo yo, si no que la dice Marta Elisa de León (ex prostituta española) en su correspondiente biografía “Las ocultas”: una vez que una se ve inmersa en el ambiente laboral de la prostitución no existe otra manera en que ésta pueda seguir permitiéndose llevar la vida que lleva sin seguir trabajando en la misma. Más aún cuando no se tienen estudios, y cuando se tiene una criatura a cargo.
Es dentro de la figura de la sinécdoque, de la construcción de los espacios y de los hechos a través de las partes, que se manifiesta el verdadero conflicto de la película: el sitio para el amor que una madre trata de darle a su hijo dentro del contexto en el cual le toca vivir.
https://lanutriacanibal.blogspot.com/
Sin subrayarlo, la directora expone la marginación social a la cual la protagonista está sometida por la simple elección de su profesión. Marginación que se da en el personaje de la tía a la cual acude para que le brinde techo por unos días, en sus colegas callejeras que la persiguen por trabajar en su “territorio”, y a través de la propia clientela (muy bien construida la escena en el telo, con el típico cliente “langa” y merquero, y el consecuente acto qué, mediante el cambio de la tonalidad en los parlamentos que buscan “calentar” al cliente, reflejan la emancipación y la bronca que siente la protagonista hacia aquellos que la tratan como un objeto meramente sexual). En cierto momento de la trama la tía le manifiesta que a ella “solo le gusta trabajar de una cosa”, menospreciándola. Pero hay una realidad que la película no tiene que decirla para que se comprenda, y que tampoco la digo yo, si no que la dice Marta Elisa de León (ex prostituta española) en su correspondiente biografía “Las ocultas”: una vez que una se ve inmersa en el ambiente laboral de la prostitución no existe otra manera en que ésta pueda seguir permitiéndose llevar la vida que lleva sin seguir trabajando en la misma. Más aún cuando no se tienen estudios, y cuando se tiene una criatura a cargo.
Es dentro de la figura de la sinécdoque, de la construcción de los espacios y de los hechos a través de las partes, que se manifiesta el verdadero conflicto de la película: el sitio para el amor que una madre trata de darle a su hijo dentro del contexto en el cual le toca vivir.
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