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Voto de Filiûs de Fructüs:
10
5 de septiembre de 2010
33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ardilla roja o común es una especie de roedor esciuroformo de la família Sciuridae. Éstas se aparean a finales de invierno y en verano. Por tanto, el roedor que ahora observamos -al cual llamaremos Verónica- no está en época de celos. Durante la primavera, Verónica desarrolla su actividad junto a su nuevo macho moscovita -Boris-. Ambos corretean por sus calles, se persiguen entre los árboles de los jardines públicos, disfrutan de la libertad que poseen...de momento.
Un stop. Miran al cielo. Una bandada de grullas sobrevuela sus cabezas. Las grullas son aves tranquilas. Necesitan paz en el hábitat en que viven. Se van...
Boris ha ido a recolectar comida para un invierno que se prevé duro. Mientras, un nuevo macho intenta cortejar a Verónica, por el momento, sin éxito. Nuestra ardilla es fuerte en sus convicciones. Quiere a su macho, ya que este le surte de todos los frutos, semillas y cortezas que ella necesita.
Un stop. Miran al cielo. Una bandada de grullas sobrevuela sus cabezas. Las grullas son aves tranquilas. Necesitan paz en el hábitat en que viven. Se van...
Boris ha ido a recolectar comida para un invierno que se prevé duro. Mientras, un nuevo macho intenta cortejar a Verónica, por el momento, sin éxito. Nuestra ardilla es fuerte en sus convicciones. Quiere a su macho, ya que este le surte de todos los frutos, semillas y cortezas que ella necesita.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Otra especie de ardillas -del género Tamias- se adentran en el hábitat moscovita con la clara intención de rebañar la mayor cantidad de bellotas posible. Es la guerra. La ardilla Boris es reclutada -en su caso, voluntariamente- para defender a las Sciuridae. Verónica sale a despedirle.
Todo el pueblo ardillil sale a victorear a sus defensores, pues de ellos depende el que puedan sobrevivir durante el invierno. Verónica está entre ellos. Pero, ¡oh!, esto no nos lo esperábamos. Parece que una cámara ha salido a cazar y se ha encontrado con un jugoso festín. Las demás ardillas, presas del miedo, restan inmóviles, la cámara se acerca, juega con ellas. Parece que ha fijado un objetivo: Verónica. Sigue sus pasos, vaya donde vaya. Realza la elegancia de sus movimientos, hace que luzca el brillo de sus ojos, la acecha incesantemente, tras hileras e hileras de ardillas.
Boris ya se ha ido. La crudeza de la guerra deja a Verónica sin sus padres. No tiene dónde ir. Los padres de Boris la acojen como hija. A ésta no le llegan noticias de su macho. El correo por paloma no funciona. El tiempo sigue pasando. Finalmente, el macho que intentó cortejarla, acaba consiguiéndolo.
Durante esta época, Boris, cae en el fragor de la batalla.
Las palomas no llegan y Verónica sigue pensando en Boris, a pesar de que ahora debe aparearse con su nuevo macho. La cámara la sigue acechando, como si de amor a primera vista se tratara.
Parece que la guerra está acabando. Muchas ardillas están volviendo a sus hogares. Parece que la recolecta podrá llevarse a cabo. Una ardilla que compartió tronco-árbol en las trincheras junto a Boris hace llegar a Verónica la mala notícia. Ella no puede ni quiere creerlo.
Finalmente toda la tropa ardillil que luchó para la supervivencia de sus congéneres vuelve, victoriosa, ante miles de ardillas rebosantes de alegría. Verónica, que sigue sin creer que su macho ha muerto, corre entre la multitud, en su búsqueda. La cámara, omnipresente, no deja de perseguirla. No la pierde de vista ni un momento. Entre ardi-encuentros, Verónica persigue con su mirada a los combatientes que vuelven. Se encuentra a un viejo amigo, también compañero de Boris en el tronco-árbol. Éste le entrega unas jugosas bellotas, como regalo de bienvenida. Afirma que Boris ha muerto.
Entre la alegría generalizada, entre saltos, jolgorio, un alboroto tremendo de reencuentros felices, Verónica está destrozada. Sus peores vaticinios se han cumplido. Camina, triste, entre famílias enteras de ardillas. Mira al suelo, llorando. En un momento de lucidez, empatiza con las demás ardillas, y, resignada y vencida, regala bellotas a las felices parejas que se va encontrando.
Las grullas vuelven a sobrevolar sus cabezas...
Todo el pueblo ardillil sale a victorear a sus defensores, pues de ellos depende el que puedan sobrevivir durante el invierno. Verónica está entre ellos. Pero, ¡oh!, esto no nos lo esperábamos. Parece que una cámara ha salido a cazar y se ha encontrado con un jugoso festín. Las demás ardillas, presas del miedo, restan inmóviles, la cámara se acerca, juega con ellas. Parece que ha fijado un objetivo: Verónica. Sigue sus pasos, vaya donde vaya. Realza la elegancia de sus movimientos, hace que luzca el brillo de sus ojos, la acecha incesantemente, tras hileras e hileras de ardillas.
Boris ya se ha ido. La crudeza de la guerra deja a Verónica sin sus padres. No tiene dónde ir. Los padres de Boris la acojen como hija. A ésta no le llegan noticias de su macho. El correo por paloma no funciona. El tiempo sigue pasando. Finalmente, el macho que intentó cortejarla, acaba consiguiéndolo.
Durante esta época, Boris, cae en el fragor de la batalla.
Las palomas no llegan y Verónica sigue pensando en Boris, a pesar de que ahora debe aparearse con su nuevo macho. La cámara la sigue acechando, como si de amor a primera vista se tratara.
Parece que la guerra está acabando. Muchas ardillas están volviendo a sus hogares. Parece que la recolecta podrá llevarse a cabo. Una ardilla que compartió tronco-árbol en las trincheras junto a Boris hace llegar a Verónica la mala notícia. Ella no puede ni quiere creerlo.
Finalmente toda la tropa ardillil que luchó para la supervivencia de sus congéneres vuelve, victoriosa, ante miles de ardillas rebosantes de alegría. Verónica, que sigue sin creer que su macho ha muerto, corre entre la multitud, en su búsqueda. La cámara, omnipresente, no deja de perseguirla. No la pierde de vista ni un momento. Entre ardi-encuentros, Verónica persigue con su mirada a los combatientes que vuelven. Se encuentra a un viejo amigo, también compañero de Boris en el tronco-árbol. Éste le entrega unas jugosas bellotas, como regalo de bienvenida. Afirma que Boris ha muerto.
Entre la alegría generalizada, entre saltos, jolgorio, un alboroto tremendo de reencuentros felices, Verónica está destrozada. Sus peores vaticinios se han cumplido. Camina, triste, entre famílias enteras de ardillas. Mira al suelo, llorando. En un momento de lucidez, empatiza con las demás ardillas, y, resignada y vencida, regala bellotas a las felices parejas que se va encontrando.
Las grullas vuelven a sobrevolar sus cabezas...