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Voto de Vladimiro Fonseca:
8
1 de marzo de 2014
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La rapidez y crudeza con que vemos hoy en día pasar los distintos acontecimientos frente a nuestras narices, nos aleja un tanto de la comprensión del trauma por el que pasa un ser humano en medio de la guerra.
A 57 años de esta obra maestra de Wajda, el heroísmo del pelotón de resistentes a la ocupación nazi pudiera parecer desde una lectura superficial, una interpretación plana y no muy bien lograda (como la del músico al escuchar vía telefónica una inminente muerte de su esposa e hija); así como ciertas secuencias más cercanas al teatro que al lenguaje meramente cinematográfico.
Es sin embargo, un descenso paulatino a los infiernos que magistralmente emparenta la obra de Alighieri con el monstruoso resultado de la codicia y la megalomanía de algunos hombres que es la guerra; de modo tal que esa aparente interpretación plana del músico, no es otra cosa que el estado de shock de un hombre a punto de caer en la locura y esa teatralidad de la mujer que busca desesperadamente a su hija, no es sino un poético relato, obsequio del director para comprender a quienes se saben solos en medio del holocausto.
¿Quién mejor que aquel que estuvo en el frente combatiendo al fascismo para relatar la agonía previa a la muerte de aquellos héroes caídos?
Así, lo que sigue es el regreso a las cloacas, al submundo que emparenta a seres humanos con la mierda, que los reduce a nada y los obliga a buscar en medio de la oscuridad un viso de luz y esperanza, la única expresión humana posible en ese contexto.
El músico de nuevo, ahora sí, trastornado tocando un pequeño instrumento de viento parecido a una armónica a través, de oscuros túneles anegados de gas, es una surrealista descripción, un apocalíptico retrato, de lo no-humano: Nuestro artista está ya fuera de este mundo, se encuentra en el infierno que fueron capaz de construir ciertos hombres para millones de inocentes y todos los personajes corriendo el mismo destino.
Un trabajo catártico el de nuestro director, quien quizá solamente tratando de describir lo indescriptible en su trilogía (Generación 1954, Kanal 1957 y Cenizas y diamantes 1958), fue capaz de abrirse paso a trabajos más amables y humanamente disfrutables.
A 57 años de esta obra maestra de Wajda, el heroísmo del pelotón de resistentes a la ocupación nazi pudiera parecer desde una lectura superficial, una interpretación plana y no muy bien lograda (como la del músico al escuchar vía telefónica una inminente muerte de su esposa e hija); así como ciertas secuencias más cercanas al teatro que al lenguaje meramente cinematográfico.
Es sin embargo, un descenso paulatino a los infiernos que magistralmente emparenta la obra de Alighieri con el monstruoso resultado de la codicia y la megalomanía de algunos hombres que es la guerra; de modo tal que esa aparente interpretación plana del músico, no es otra cosa que el estado de shock de un hombre a punto de caer en la locura y esa teatralidad de la mujer que busca desesperadamente a su hija, no es sino un poético relato, obsequio del director para comprender a quienes se saben solos en medio del holocausto.
¿Quién mejor que aquel que estuvo en el frente combatiendo al fascismo para relatar la agonía previa a la muerte de aquellos héroes caídos?
Así, lo que sigue es el regreso a las cloacas, al submundo que emparenta a seres humanos con la mierda, que los reduce a nada y los obliga a buscar en medio de la oscuridad un viso de luz y esperanza, la única expresión humana posible en ese contexto.
El músico de nuevo, ahora sí, trastornado tocando un pequeño instrumento de viento parecido a una armónica a través, de oscuros túneles anegados de gas, es una surrealista descripción, un apocalíptico retrato, de lo no-humano: Nuestro artista está ya fuera de este mundo, se encuentra en el infierno que fueron capaz de construir ciertos hombres para millones de inocentes y todos los personajes corriendo el mismo destino.
Un trabajo catártico el de nuestro director, quien quizá solamente tratando de describir lo indescriptible en su trilogía (Generación 1954, Kanal 1957 y Cenizas y diamantes 1958), fue capaz de abrirse paso a trabajos más amables y humanamente disfrutables.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El músico de nuevo, ahora sí, trastornado tocando un pequeño instrumento de viento parecido a una armónica a través, de oscuros túneles anegados de gas, es una surrealista descripción, un apocalíptico retrato, de lo no-humano: Nuestro artista está ya fuera de este mundo, se encuentra en el infierno que fueron capaz de construir ciertos hombres para millones de inocentes y todos los personajes corriendo el mismo destino.