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Voto de Hitchcock10:
9
Intriga. Thriller Cuando India Stoker (Mia Wasikowska), una adolescente, pierde a su padre (Dermot Mulroney) en un trágico accidente de coche el día en que cumple 18 años, su vida se hace añicos. Su impasible comportamiento oculta profundos sentimientos que sólo su padre comprendía. Su tío Charlie (Matthew Goode), cuya existencia desconocía, aparece por sorpresa en el funeral y decide quedarse una temporada en casa de India y de su inestable madre ... [+]
6 de agosto de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tanta expectación como recelo había despertado entre los admiradores de Park Chan-Wook su primer proyecto occidental, producido por el difunto Tony Scott y con actores del star system hollywoodiense como Mia Wasilowska o Nicole Kidman. El director surcoreano, sin embargo, ha dejado claro que, ruede donde ruede, está dispuesto a seguir manteniendo las señas de identidad que han convertido a su cine en un festín para los sentidos de audaz riqueza expresiva.

En Stoker, Park Chan-Wook vuelve a deleitarnos por tanto con una exhibición de virtuosismo formal -más estilizado que en sus anteriores títulos- que le permite seguir explorando las pulsiones de vida y muerte que marcan una constante en toda su obra, caracterizada por una fascinación por el sexo y la violencia como pilares básicos de la condición humana.

A nivel argumental, la película nos relata cómo el largo tiempo desaparecido tío Charlie, con motivo de la muerte de su hermano, visita a la viuda e hija de este (Evelyn e India) y llega a sus vidas para quedarse. La extraña relación que se establece entre Charlie y estas dos féminas, así como el oscuro pasado del misterioso tío, van vertebrando una historia que deviene en thriller con evidentes guiños a Hitchcock y, en concreto, a su Sombra de una duda, cuyo protagonista era también un inquietante “tío Charlie”.

Hablando en términos hitchockianos, toda la trama podría de hecho considerarse un dilatado MacGuffin, que no sirve más que como pretexto para que el director siga indagando en sus obsesiones acerca de la dualidad freudiana Eros-Tánatos, magistralmente ejemplificada aquí en el despertar sexual de India (Mia Wasilowska) y la irrefrenable atracción que siente por su vesánico tío (Matthew Goode), quien también coquetea con Evelyn (Nicole Kidman).

Muchos han criticado la falta de verosimilitud de la película y los agujeros argumentales que presenta, atacando a Stoker por considerar que hay un marcado desequilibrio entre su belleza visual (o mejor dicho, audiovisual, porque la música es un elemento importantísimo) y su mal hilvanado guión. Olvidan estos críticos que, como decimos, el argumento aquí es lo de menos, y que a Park Chan-Wook la coherencia argumental siempre se la ha traído al pairo. Lo suyo es crear atmósferas y que esas atmósferas estén al servicio no de la historia en sí, sino de los “instintos básicos” que la historia muestra. Y aquí lo consigue con creces.

Así, con un derroche de preciosismo y plasticidad (ese no parar de planos detalle, movimientos de cámara, transiciones entre secuencias...) que a veces puede resultar casi indigesto por excesivo, el director crea en el espectador una continua impresión de agresión y sensualidad, que es de lo que se trata. No hay pues desequilibrio, ni tan siquiera dicotomía, fondo-forma, pues el fondo (que repetimos, no es la trama sino las pulsiones de sexo y muerte de los personajes) y la forma constituyen un todo indisoluble.

En el apartado interpretativo, Mia Wasilowska lo borda con una composición francamente turbadora y Nicole Kidman está notable como la histérica pasiva-agresiva (y calentorra) madre de la criatura, mientras que Matthew Goode simplemente cumple con un personaje que sin duda podría haber mostrado más aristas.

Esta bastante plana actuación es, a mi entender, uno de los peros que se le puede poner a la película, si bien no el único, planteando otro importante problema el desenlace, en el que el director se afana en intentar atar los cabos sueltos (¿para qué? Si el argumento es lo de menos y es imposible atar esos cabos de forma coherente) con el objetivo de proporcionar el final propio de una narrativa clásica. Es en este último tramo cuando Stoker pierde algo de fuelle, y cuando, paradójicamente, al intentar dar coherencia al guión, se le resta coherencia artística una propuesta que de repente tira por un camino que no viene muy a cuento (el de cerrar la historia de forma canónica acaso para satisfacer al gran público) y en el que se dan explicaciones que no importan demasiado.

En conclusión, estamos ante una película que realmente tiene el marchamo de su autor por todas partes, una delicia para la vista y el oído, llena de exhibicionistas virguerías, y con la que este genio continúa incidiendo en los impulsos humanos más elementales y sin embargo a menudo más reprimidos. Puede que no sea una obra maestra, y le podemos buscar (y encontrar) pegas, pero, pese a su imperfección, Stoker se erige como un valioso logro artístico más en la interesantísima carrera de Park Chan-Wook. Que vengan muchos más.
Hitchcock10
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