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España España · Mexico
Voto de Alfie:
8
Drama Robert Stroud es un preso conflictivo que ha sido condenado a cumplir una pena de doce años en una celda incomunicada. Un día decide cuidar a un pájaro herido que encuentra en la ventana de su calabozo y, entonces, descubre que su verdadera vocación es el estudio de las aves. (FILMAFFINITY)
27 de septiembre de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Verosimilitud. Inverosimilitud. Disyuntiva que ha acaparado horas y horas de discusiones cinéfilas. A veces nos agarramos a la primera para defender nuestra admiración por un film; en otras, esgrimimos la segunda para repartir lo nuestro. Y viceversa, claro. Sí, se puede decir que esta batalla dialéctica, entre lo creíble y lo increíble, es un clásico en la historia del cine. Pobres criaturitas del séptimo arte (incluido yo, por supuesto) que emplean sus letras en encarnizadas porfías, salerosas y leonesas.

Pero hablemos de entretenimiento, de cine y de arte, y así superamos la anterior discusión que casi siempre suele llegar a ningún lado. Porque, por lo visto, el tal Robert Stroud (personaje en quien se basa la novela de Thomas E. Gaddis y sobre la que se escribe el guión de esta película) era un pajarraco de mucho cuidado, paradigma del sociópata violento que llena de felicidad al mundo metido entre rejas. Al Capone, Baby Face Nelson y Machine-Gun Kelly comparten cartel con este figura entre los más famosos de Alcatraz. Ese tipo, para mí, no hubiera merecido mucho más de lo que le deparó la vida: aislamiento y oscuridad. Pero no es de él de quien hablamos. Hablamos de Lancaster, de ese genio de la interpretación, de su personaje. El Robert Stroud de la película es un hombre admirable, que evoluciona bajo la mirada de Frankenheimer de una manera fascinante, pasando del pendenciero de rostro de piedra al recluso que es capaz de hacer tambalear moralmente al Alcaide (sobrio como siempre Malden) que le juró castigo eterno. Qué bonito es el cine.

Además, remueve conciencias, plantea soluciones y da un nuevo significado a la palabra rehabilitación. Y todo mientras la música de Bernstein, el B&N de Guffey y el rostro de Burt (un claro top ten) conmueven una y otra vez al espectador. Llegados a este punto, ¿a quién le interesa si el verdadero Stroud se parecía al Stroud cinematográfico? Yo, créanme, solo me pregunto por qué no le sacaron de la cárcel y lo metieron en un laboratorio para agigantar la ciencia de la Ornitología…a Lancaster, claro. El otro, proxeneta y asesino, muerto un día antes que JFK y que negó a verse en la pantalla (no se hubiera reconocido), lo pueden enterrar en los infiernos. Por cierto, y hablando de pájaros, también me pregunto qué hicieron diecisiete de ellos sueltos por León; pero eso, eso es una historia que quizás cuente otro día. Seguro que para entonces seguiremos discutiendo entre verosimilitud e inverosimilitud.
Alfie
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