Esta película me ha recordado a esas veces en que a uno le regalan algo tan bien envuelto y con un papel y unos lazos tan monos, que se espera una maravilla; y luego resulta que el regalo es una mierda confitada y uno se queda con cara de idiota intentando esbozar una sonrisita o lanzar un gritito de (fingido) júbilo. En esos casos, si uno intenta poner cara de satisfacción es para quedar bien y para no herir al otro, porque al fin y al cabo, se ha molestado en comprar un regalo.

Bien, pues en el caso de Amélie, como no es un regalo, sino que es una peli, no me importa decir bien alto que me dejó helada que en tan poco rato se puedan juntar tantas estupideces y camuflarlas bajo un halo de originalidad y de innovación visual (que eso no se lo niego).

Sólo rescato los primeros minutos, cuando se presentan los personajes, así como el resumen de la etapa de la infancia de Amélie. Porque luego cuando crece todo se va al retrete, lo digo en serio.

Respeto a la gente a la que le ha gustado, pero tenía que escribir esta crítica o explotaba. Debo de ser una amargada de la vida.