En este film, rodado en Japón, y que ofrece la particularidad de ser cine negro ambientado en Japón y, además, con fotografía en color, y en formato CinemaScope, se aprecia el interés de Fuller por el mundo oriental, y por el "thriller" con elementos peculiares. En la acción pesa mucho la reciente guerra y los posteriores años de la ocupación militar estadounidense en el Japón vencido de la postguerra: da la impresión, desde el principio, de que coexisten dos administraciones paralelas, la norteamericana y la japonesa. Es más, la película nos muestra una mafia dirigida por norteamericanos, independientemente de la mafia japonesa. Por otro lado, el tema del espía o el hombre infiltrado que se une a una organización criminal para desbaratarla, desde dentro, debía interesarle a Fuller, porque luego aparecerá en un film posterior de Fuller muy interesante, "Underworld USA" (1960).

La acción incesante, el juego de apariencias, el ritmo que crea el montaje, así como la riqueza de los personajes, dan una gran fuerza al conjunto, creándose así un relato conciso, adecuadamente violento, y, a la vez, lleno de detalles. Destaca Robert Ryan, un grandísimo actor, en el papel de un hampón psicótico y cruel que comete golpes y atracos tras la fachada de una red de salas de "pachinko" en Tokio. Entre éste y su lugarteniente, encarnado por Cameron Mitchell, y luego Eddie Spanier (Robert Stack) se desarrollará una especie de triángulo amoroso lleno de celos, malentendidos y rivalidades. La relación entre Shirley Yamaguchi y Robert Stack es más convencional. Eso, y la tendencia a la postal, o al documental turístico, de algunos planos y momentos, es lo más flojo del film. Por supuesto, todo lo demás es muy interesante.

Los momentos más sorprendentes del film son, para mí, tres:

-un plano al principio, en el que vemos el monte Fuji nevado, al fondo, con un cadáver con los pies por delante en primer plano;

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