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Voto de Pedro Triguero_Lizana:
8
Comedia. Drama. Bélico En el Nápoles de los años 30, el taimado y oportunista Pasqualino intenta por todos los medios hacer carrera en la camorra, para alcanzar una posición de relieve dentro de su clan. Irónicamente apodado “Settebellezze” (siete bellezas), por la fealdad de sus hermanas, este pendenciero quiere rescatar su propio honor amenazando al hombre que ha obligado a prostituirse a una de ellas. (FILMAFFINITY)
14 de junio de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película de Lina Wertmüller posee un tono muy especial, que oscila entre la comedia y el drama, entre lo grotesco y la tragedia, entre lo hilarante y lo horrible; no es una película fácil, sin duda, pero sin duda es una gran película. El montaje es brillante y plantea una estructura narrativa acronológica en la que el pasado y el presente van y vienen y crean un universo sucio, grotesco, amargo, triste y desesperado, ya anunciado por los curiosísimos títulos de crédito, con una voz en "off" que al mismo tiempo invoca el pasado, narra, recita, ironiza, denuncia y piensa en voz alta, mientras vemos imágenes documentales de la Segunda Guerra Mundial: "oh, yeah...".Hay muchísima rabia en esos créditos iniciales.

A Wertmüller le hubiera resultado muy fácil, y muy previsible, como mujer, como cineasta, plantear a una protagonista femenina rodeada de hombres malos. Precisamente, hizo lo contrario: proponer a un hombre (un genial Giancarlo Giannini) que, siendo víctima y verdugo, es una víctima incluso cuando es un verdugo, y que se ve casi siempre rodeado de mujeres feas, de aspecto felliniano. Su relación con la obesa Shirley Stoler, la coprotagonista de "Los asesinos de la luna de miel" (The Honeymoon Killers, 1970), de Leonard Kastle, y que aquí es la comandante del campo de prisioneros al que va a dar el protagonista, agudiza hasta el esperpento casi terrorífico la indefensión del protagonista, su humanidad frente a la frialdad de los auténticos verdugos, contra los que es imposible rebelarse, y ante los que los prisioneros se ven despojados de toda humanidad. El sexo forzado entre los personajes de Giannini y Stoler es muy significativo: las tornas se vuelven, las artes del seductor no sirven más que para rebajarse y humillarse, el hombre se humilla frente a la mujer, la mujer es el sexo fuerte.

Pese a algunos puntos débiles, como el hecho de que Fernando Rey, en el papel de prisionero español, está desaprovechado, este largometraje de Wertmüller era y es una obra necesaria, valiosa, e inolvidable.
Pedro Triguero_Lizana
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