Tras el éxito de la película alemana occidental "El puente" (Die Brücke, 1959), su director, el austríaco Bernhard Wicki, pareció especializarse en la Segunda Guerra Mundial, dirigiendo así un film que, aunque estadounidense, resulta un poco alemán, y que, pese a que algunos detalles de su trama son algo inverosímiles (como que una judía torturada por la Gestapo, interpretada por Janet Margolin, se encuentre en pleno Océano Pacífico, o que el personaje de Brando, ya sea pacifista o desertor alemán, viva en la India con gran comodidad y posea una colección de obras de arte lo bastante amplia como para tener en su casa un cuadro de Kirchner), es interesante y hasta inteligente, tanto en su antibelicismo como en la buena dosificación del drama y el suspense. Por supuesto, también destacan la música de Jerry Goldsmith y la fotografía en blanco y negro de Conrad L. Hall, que contribuye a la creación de un clima un tanto sórdido.

En el carguero alemán que zarpa de Tokio en dirección a Francia se desarrolla una auténtica confrontación entre los defensores del nazismo alemán y los opositores al mismo, y los personajes de Brando y Brynner, sin saberlo, están del mismo lado. Resulta interesante, además, cómo se desarrolla el personaje de Brando, un infiltrado a la fuerza, un espía forzado, un antihéroe hedonista obligado a salir de su zona de confort, y a ejercer de héroe contra su propio país, y contra sus convicciones pacifistas, ante el chantaje rastrero de una inteligencia británica (al mando de un siempre intenso Trevor Howard) vista con poca simpatía.