No había visto nunca esta película, y me interesaba verla, pero me ha decepcionado bastante. No porque la visión del mito del vampiro que da esta película se aleje mucho de la ya entonces popularizada a través del cine -el Drácula de Tod Browning y Bela Lugosi, también decepcionante-, ya que aquí no se ven colmillos ni murciélagos, sino porque la explicación de lo que está pasando se hace a través de un farragoso texto literario que leen los "buenos" de la película, mientras que las imágenes de la acción quedan, en su mayoría, desprovistas de explicación, salvo al final.

Todo es tan sugerido, tan oblicuo, tan críptico, que la puesta en escena, con esa iluminación expresionista tan alabada por la crítica -por cierto, el responsable de la fotografía era Rudolph Maté, futuro director en Hollywood- no se pone al servicio de la historia, sino que es un fin en sí mismo, un ejercicio de estilo dando vueltas sobre sí mismo. Es una pena que una película tan corta resulte aburrida, pero así es. "Vampyr" es tal vez la película más extraña de Dreyer, la más cercana al cine de vanguardia, y su aportación al mito del vampiro en el cine es infinitamente menor que la de Murnau en su previo "Nosferatu" (1922). La crítica de cine en 1932 se cargó la película de Dreyer, con toda la razón del mundo, y la critíca posterior, por el contrario, se ha encargado de sobrevalorarla.