Recuerdo que cuando vi Ali, la película, protagonizada por Will Smith, me pareció sorprendente lo deslenguado y arrogante que se presentaba al personaje; nunca había visto al verdadero Ali en pantalla y me parecía cinematográfico y exagerado la escenificación y sus discursos, ya que tenía en mi cabeza la imagen prototípica de boxeador con ciertos problemas de dicción y algo sonado. Sin embargo, después de ver este documental sólo puedo decir que la película de Mann se queda corta en lo referente a la rapidez mental, al carisma y a la Personalidad (con mayúscula) del autoproclamado más grande. Ali, en un estado expansivo, había ganado la pelea antes de que tuviese lugar, su uso de la palabra, de la desmoralización del contrario, de la guerra psicológica en definitiva, fuero tan o quizá más determinantes en su victoria que su inigualable juego de pies y sus golpes fantasma.