A mi juicio, independientemente de lo identificado o no que se sienta cada uno con lo que aquí se nos cuenta, bien en cuento a identidad sexual, bien en cuanto a sentimientos de soledad, incomprensión, o cualquier otro tipo de alineamiento, estamos ante un emotivo y duro alegato contra la intolerancia y sus posibles consecuencias.

Lo que diferencia a esta obra de muchas de parecido jaez (tremebundo drama de corte televisivo) es que la encargada de trasmitir el paso de la mas absoluta y fundamentalista intolerancia, a la comprensión razonada del mal que la asunción de un solo punto de vista como verdad absoluta puede llegar a causar, la dolorosa carga emocional que cargara de por vida y el modo de enfrentar los hechos, es esa grandiosa actriz y guapisima señora llamada Sigourney Weaver, la cual brinda todo un festival interpretativo de esos que aunque lo emotivo de la trama no te llegue, su actuación se encarga de ponerte los pelos como escarpias.

El resto del reparto, bien, y el otrora prometedor director de entretenidas películas y alguna a día de hoy cuasi de culto, Russell Mulcahy ("Los inmortales 1986", "Ricochet 1991" y "Razorback 1984"), sorprendentemente adecuado con el espíritu de la cinta (bueno, algún toque de los suyos cuela en varía escenas que ilustran el desconcierto y sufrimiento de Bobby).