Efectivamente, nunca es tarde para ponerse a ver una serie (o hacer algo con tu vida), aunque se estrenara hace 7 años. Ahora mismo, podría tirar de tópicos, endiosar a la serie con grandes alabanzas como ``Una de las mejores sitcoms de la década´´, pero no va a ser el caso, y que conste que he aguantado hasta la tercera temporada, así que, con tal bagaje, me puedo permitir el lujo de criticar la serie.
En primer lugar, he de decir que los personajes en sí mismos tienen potencial intrínseco, es decir, se podría hacer un spin-off de todos y cada uno de ellos, ya sea bien por el tono absurdo que transmiten a través la serie, o bien por la excentricidad de estos y porque tienen una composición bellísima, con sus luces y sus sombras, y que, en cualquiera de sus vertientes, te pueden provocar risa o ternura (o ambas simultáneamente). ¿Pero sabéis cual es el problema? Efectivamente, los dialoguistas. Personajes que parten con una premisa interesante y con una brillante elección de casting, se ahogan en diálogos absurdos que pierden fuelle a medida que vas visionándola, o que, directamente, no tienen ninguna aportación cómica de punto de partida, un hecho que arrastra consigo al propio transcurso narrativo de la serie, y por último, al espectador.
La serie va perdiendo fuelle, dado que otro de los problemas se encuentran en las tramas principales, que llegan a convertirse en rutinarias aunque no por ello dejan de ser divertidas, pero si a esto le sumas el problema que entrañan los diálogos y que gran parte de las sub-tramas no tienen nada interesante que aportar más allá de los clichés de cada personaje, dando lugar a que la serie se vuelva un leitmotiv constante, teniendo la sensación de que cada capítulo es igual que el anterior y que el siguiente.
Cuando quiera incorporar algún elemento rutinario en mi vida, me apuntaré a algún cursillo de como aprender a escribir un guion de cine, pero un producto cultural está para evadirte de la monotonía, y esta serie me la ha estampado en la cara.