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Voto de Vale_García:
10
Bélico. Drama Durante la guerra de Vietnam, al joven Capitán Willard, un oficial de los servicios de inteligencia del ejército estadounidense, se le ha encomendado entrar en Camboya con la peligrosa misión de eliminar a Kurtz, un coronel renegado que se ha vuelto loco. El capitán deberá ir navegar por el río hasta el corazón de la selva, donde parece ser que Kurtz reina como un buda despótico sobre los miembros de la tribu Montagnard, que le adoran como a un dios. (FILMAFFINITY) [+]
25 de septiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son las palabras finales en Apocalipsis Ahora (1979) que musita el coronel Walter E. Kurtz (Marlon Brando), agonizando en su lecho. Las palabras son tortuosas.
Me remonto al principio del film de Ford Coppola. Las aspas de unos helicópteros vuelan sobre la imaginación (las visiones) del joven capitán Benjamin L. Willard (Martin Sheen), que está recostado en una cama, solitario en una habitación desahuciada, en un país que no es el suyo. Mientras tanto esas imágenes, de los helicópteros sobrevolando la cabeza del capitán, el típico ruido ensordecedor de lo bélico que toma y se apodera de las cabezas de los soldados (el horror), se va entremezclando con una apoteósica entrada de “The end” de Doors.
“This is the end…my only friend”, y el ventilador en el techo, emula los helicópteros en el cielo vietnamita. Uno de los comienzos cinematográficos más impactantes de la historia.
El horror es que la guerra lo abandonó, pero Willard no puede abandonar la guerra. No puede borrar esas imágenes, las hélices volando arriba suyo, y el cielo cubierto por un polvorín colorado, color sangre, y olores a napalm. Alucinaciones y explosiones se turnan. Una botella vacía acompaña aquella agonía.
Parece que la ventana da una esperanza de salida a ese atolladero que lo atormenta en su conciencia. La resolución: volver a la guerra, de la cual jamás supo cómo hacer para huir de verdad.
De hecho, analizando la fotografía, observamos que lo único que escapa al fondo negro son el ventilador y ese boceto de ventana –no sabemos si es una ventana “verdadera” o una ventana que su subjetividad necesita recrear para no fenecer allí. No hay resolución más allá de la guerra, piensa Willard. Lo mismo demostró el coronel Kurtz, escenas después, viviendo dictatorialmente con una extraña tribu en el medio de la selva.
De todos modos, la causa ya estaba perdida desde el vamos: encerrado en una habitación o en medio de una selva ignota, rodeado de peligros y de peleles subalternos, la tiniebla se había apoderado del corazón de Willard hacía rato. Atrás quedaba la idílica juventud americana, llena de indiferencia y plena de artificial alegría. No volvería más allí. Volver a casa era el horror real.
Vale_García
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