Ahora que estamos revisando las grandes amistades masculinas que nos ha ofrecido el cine, buscando códigos ocultos que nos permitan afirmar que eran amores homosexuales, el realizador John Hamburg, ha querido retomar el concepto olvidado y actualmente rodeado de connotaciones gays de "amistad viril", para construir a su alrededor una comedia en la que se nota la mano de Judd Apatow, el pretentido salvador de la comedia norteamericana.

Por un lado tenemos a Peter Klaven (Paul Rudd) claro representante del hombre moderno, sensible, comprensivo, entregado a su pareja de turno, y que justamente cuando está a punto de casarse, comprueba que esa entrega le ha distanciado considerablemente de conocidos que nunca han llegado a la categoría de "amigo". Asociado dicho concepto de amistad al concepto adolescente de "colegas", totalmente despojado de cualquier connotación homosexual. En esta tesitura conoce a Sidney (Jason Segal).

Si Peter es un tipo que ha asumido las responsabilidades habituales a su edad y está preparado para comprometerse definitivamente con su novia, Sidney es todo lo contrario, soltero, sin compromiso, y feliz de llevar una vida "libre" en la que hace todo lo que le viene en gana sin tener que rendirle cuentas a nadie, atrapado voluntariamente en esa edad en la que no era necesario tomar demasiadas responsabilidades. El film se sustenta en la confrontación de ambos personajes, aunque pertenecientes al mismo segmento de edad, totalmente diferentes entre sí. Aquí es donde vemos la alargada sombra de Apatow, en la forma de vida "peterpanesca" de Sidney, y la atracción (y envidia) que siente Peter, cuando es consciente de las cosas que se ha perdido.

Como suele suceder en los films de Apatow, el film se asienta sobre este trasfondo serio, basado en un conflicto que tiene que ver con la llegada a una edad madura y la negacion a asumir las responsabilidades que acompañan a dicha edad, para darle un giro cómico a todo el conjunto del film. Una comicidad que, como suele suceder en este tipo de films no solo roza la irreverencia sino también lo escatológico, acompañados de un guión que contienen una desbordante y vertiginosa incontinencia verbal. Además el mundo femenimo es visto como una especie de comunidad cerrada, vedada a los hombres, e incluso, el director se permite cierta crítica hacia la actitud que tienen las mujeres en su forma de airear las intimidades propias sin ningún pudor, y luego ofenderse cuando la otra parte hace lo mismo con las suyas. Hay una escena en la que parece respirarse cierto aire de revancha.

Sin ir más allá de lo planteado, el film de Hamburg se beneficia de la excelente química entre Paul Rudd y Jason Segel. Al final, queda la impresión que los tiempos han cambiado (ni para bien ni para mal, simplemente han cambiado), y que esas relaciones viriles, y nada gays, son más bien cosa del pasado, aunque se respira cierta nostalgia en ellas.