El director italiano Sergio Leone vyekve sibre ese peculiar universo que había creado, lleno de personajes que rompían los clásicos esquemas maniqueistas impuestos en Hollywood. Los protagonistas de Leone, son tipos inexpresivos, llenos de ambiguedad, cuyos intereses están muy alejados de los ideales de justicia y corrección a que nos tenían acostumbrados. Por otro lado, son hombres con un pasado a cuestas, que aunque no lleguemos a saber nunca los detalles, podemos intuir en sus acciones y en sus palabras (algo en lo Leone se detiene a menudo, con una mirada que busca provocar admiración ante la profesionalidad de los personajes). La historia del film está concebida a tres bandas: dos cazarecompensas (interpretados por Clint Eastwood y Lee Van Cleef) que van tras los pasos de un forajido conocido como "el indio" (Gian Maria Volanté) y su banda. Aunque se puede observar que el film está realizado con más medios, la puesta en escena es básicamente la misma: lugares sucios, polvorientos, casi deshabitados que dan una impresión de desolación, aunque en realidad no son más que escenarios en los que enmarcar a los protagonistas, los tres perfectamente definidos: el histriónico (y drogadicto) forajido (excesiva interpretación de Volanté), el maduro y experto Coronel Mortimer y el joven de gatillo fácil apodado como "el manco". Un personaje calcado de su anterior película (misma indumentaria, mismo revolver, etc), aunque voluntariamente, Leone no hace referencia a su pasado, manteniendo un halo de misterio sobre su pasado con claros paralelismos (en "Por un puñado de dólares" recibe un culatazo que le inutiliza la mano derecha, mientras que en su primera aparición esconde dicha mano simulando ser manco), al mismo tiempo que permite al espectador identificar al personaje (tal vez no sea el mismo pistolero de la anterior película, pero sí que es el mismo tipo de persona, el mismo patrón). Dentro de la historia, salpicada de tiroteos, sangre y mucha violencia, Leone adereza la acción con momentos puramente cómicos, que le sirven de anti-climax, al mismo tiempo que los diálogos están salpicados de frases cortantes, sentencias lapidarias de esas que se recuerdan siempre. Al igual que en su anterior película, Leone establece todo un ritual a la hora de mostrar los duelos al espectador, con su peculiar estilo de breves planos (casi como un flash fotográfico) centrándose lentamente en los ojos a los cuales va acercándose cada vez más hasta que ocupan toda la pantalla, alargando las escenas (quizás excesivamente) y amenizando el climax por la excelente música de Ennio Morricone, sobretodo especialmente recordado es el silbido que acompaña buena parte de las escenas del film, un silbido que dificilmente hoy en día podamos encontrar a alguien que no la haya escuchado. Sin proponérselo, Leone había creado otra rama dentro del western crepuscular que se denominó "spaguetti-western".