El realizador Luis Buñuel, que por convicciones políticas paso buena parte de su vida en México, nos ofrecio desde este país unas obras, muy personales (como casi todas las de su filmografía) donde, sin grandes ataduras daba rienda suelta a sus obsesiones principales. En esta ocasión Buñuel nos ofrece una película que centra su relato sobre una de sus temas más recurrentes: la religión.

El film se centra en la vida del padre Nazario (Francisco Rabal), un humilde religioso que vive en la pobreza, practica la caridad y cree firmemente en el mensaje de Jesucristo. Sin embargo, el padre Nazario, demostrando una bondad (y también una ingenuidad infinitas) se verá envuelto en las más diversas situaciones por su voluntad de ayudar al prójimo, de las cuales saldrá bastante malparado. Paradójicamente, cada vez que intenta hacer el bien, se provocan precisamente las fuerzas contrarias, por lo que en lugar de agradecimiento, el padre Nazario sólo encuentra reproches, insultos y malas palabras a sus buenas acciones.

Buñuel enfrenta así a un hombre puro, con una firme convicción en sus ideas y creencias y en seguir las enseñanzas de Jesús, predicando con el ejemplo, que sin embargo cada buena acción que realiza se le vuelve en su contra, minando a cada golpe su fe. Esta es quizás una de las películas más "naturalistas" de Buñuel, ambientada en zonas rurales, alejadas de las grandes urbes mexicanas,

El director no deja pasar la ocasión de mostrar la miseria humana, tanto en lo que a condiciones de vida se refiere como al aspecto ético y moral, y ello lo hace de forma natural, con su peculiar estilo (en la línea del famoso documental de Las Hurdes, "Tierra sin pan"), y aunque despojados de artificios con alguna que otra imagen inquietante (como la del Jesucristo riendose a carcajadas en la cruz). Una sensacional película en la que Buñuel demuestra, con pocos medios pero muchas ideas (y muy buenas), su gran talento como director.