El realizador canadiense Kari Skogland nos presenta una historia real, ambientada en los años más complicados en Irlanda, cuando las acciones del IRA en la zona del Ulster obligó a los dirigentes británicos a intervenir de forma contundente conviertiendo la zona en un auténtico campo de batalla. En medio de esta situación, subsiste Martin McGarland (Jim Sturgess), un joven delincuente de poca monta que intenta mantenerse al margen de la batalla entre el IRA y los británicos, y trata de salir adelante de la precaria situación económica en que vive, a base de pequeños robos. Sin embargo, pese a sus esfuerzos por no tomar partido, las circunstancias le arrastrarán a una posición francamente comprometida, entrando a formar parte del IRA y al mismo tiempo siendo informante de los ingleses, grácias a un agente de los servicios secretos, Fergus (Ben Kingsley).

En realidad, Skogland, no pretende realizar un film sobre la problemática del IRA. Tampoco busca hacer un film de espías al uso, con agentes dobles, y todo eso. La verdadera intención del realizador es retratar a un hombre que vive en mitad de una guerra no declarada y que aunque no quiere participar en ella, se encuentra atrapado entre ambos bandos, y se debate entre la lealtad a sus amigos y conocidos y sus sentimientos que intentan evitar derramamiento de sangre.

Por ello, la cámara de Skogland se centra exclusivamente en Martin. Sus relaciones con el británico Fergus y su jefe militar irlandés son más bien paternalistas, para ambos, Martin es el sustituto de un hijo ausente en el caso del británico o muerto el caso del irlandés, aspecto que subraya en varios insertos, muy evidentes en el caso británico y de una forma algo más sutil en el caso irlandes.

De esta forma, el realizador, a través de su protagonista, evita tomar partido, algo que consigue mostrando la brutalidad, en términos generales, de ambos bandos. En este sentido, incluso se podría decir que la verdadera postura del realizador es antibelicista, puesto que las acciones de su protagonista están encaminadas a evitar más muertes, mientras que tanto los británicos como los irlandeses están plagados de connotaciones negativas.

Aunque de entrada, era complicado mantener el equilibrio en mitad de dos bandos enfrentados, Kari Skogland, resuelve el tema con habilidad, construyendo un buen film, al que quizás se le pueda achacar una cierta sensación que la historia avanza a base de una sucesión de flashes debilmente hilados entre sí lo que nos hace distanciarnos un tanto de las tribulaciones de su protagonista. Además, la voluntad del realizador de mantener el film en una situación casi de "anticlimax" para evitar que el film derive en un "thriller" o de género de espías. Algo que consigue, pero que tiene ciertas contraprestaciones en el resultado final, que no obstante no impiden destacar este título bastante por encima de la media habitual.