Roland Joffé se pone al frente de una producción con cierto aire de reivindicación y que trata sobre la vida de Escrivá de Balaguer. Ni que decir tiene que la financiación de la película ha corrido a cargo de la Obra", con lo que es lógico que la historia del film trate de ensalzar la figura del fundador del Opus Dei. No cabe duda que es complicado comentar un film de estas características, puesto que una mala impresión puede ser fácilmente interpretada como una crítica al personaje y a lo que representa y no a la película.

Intentaremos centrarnos exclusivamente en su valor cinematográfico y no en lo que hay detrás. El film trata la vida de Escrivá de Balaguer (interpretado por Charlie Cox) pero contada desde el punto de vista de un amigo de la infancia, Manolo (Wes Bentley). De hecho todo el film es un flashback que un moribundo Manolo cuenta a su hijo. Una historia personal que esconde un secreto terrible, que tuvo lugar durante la guerra civil en el que se entremezclan las andanzas de Escrivá de Balaguer. Aquí encontramos un gran fallo de guión, puesto que las vidas de Manolo y Escrivá van en paralelo y sólo se cruzan momentáneamente cuando estalla del conflicto, por lo que, argumentalmente no parece que el personaje de Manolo sea el más adecuado para hablar de la vida del religioso. Joffé y sus guionistas se han planteado una especie de película-parábola, en la que lo que importa no es tanto lo que sucede como el mensaje que quiere ofrecernos.

No se le puede negar que Joffé sabe imprimir buena parte de su fuerza visual al film (de lo mejor de la función), el cual cobra especial interés justo cuando estalla el conflicto y es donde las panorámicas y las escenas de acción, dominan el relato, teniendo más peso las evoluciones de Manolo que las del religioso. Pese a todo, y dejando pasar algunas escenas poco creíbles, la trama parece sacada de algún cajón olvidado precisamene durante la guerra y que ha sido desempolvado para la ocasión.

Pese a los esfuerzos de Joffé, a la película le falta fuerza y sobre todo algo de coherencia interna. Es lícito pretender ensalzar a cualquier persona, ya sea por sus hechos, sus logros, o por su creencias (sean las que sean). Pero como espectador, no se puede evitar salir del cine pensando, que pese a sus esfuerzos por darle una capa más actual parece haberse realizado en los años 40/50, en el que también se quiere evitar un excesivo lucimiento de la figura del protagonista. Tanto es así, que al final casi parece un secundario. En definitiva se trata de un film correcto pero incompleto no conseguido del todo.