Para su debut tras las cámaras, Mark Abraham, hasta ahora dedicado mayoritariamente a las labores de producción, ha escogido un tema, basado en una historia real, que puede ser muy del agrado del público:el film cuenta la lucha de Robert Keans (Greg Kinnear), contra los grandes intereses automovilísticos (en especial Ford), por reivindicar la autoria de un invento en los parabrisas, del cual se apropiaron con arteros métodos.

Por un lado tenemos el enfrentamiento de un hombre contra una poderosa corporación (el típico enfrentamiento David contra Goliath), por el otro tenemos la vertiente familiar del protagonista así como su lucha que acaba, como no, con un importante juicio. Y no olvidemos lo efectivo que queda el letrerito de "based in a true history". Queda claro que Abraham juega con red protectora en su debut en el cine. El director trata de revestir la historia de forma sencilla, íntima, con el personaje de Keans como eje central del film con una adecuada elección de la fotografía con la que busca emular la época donde se desarrollan los hechos (los 50 y 60) de una forma bastante convencional, aunque el resultado general es una apariencia excesivamente televisiva. Por el tema central del film, aunque salvando las distancias, es difícil no pensar en un film de Coppola un tanto olvidado que es "Tucker, un hombre y su sueño", también basada en hechos reales.

De todas formas, Abraham, está mucho más interesado en dar un enfoque mucho más "capriano". El retrato que realiza el director del ingenerio, es el un personaje típico de los que solía interpretar James Stewart en los films de Frank Capra. Kinnear con mucha voluntad compone un personaje amable con altos valores familiares, que en sus clases de ingeniería, lo primero que enseña a sus alumnos es ética (lo cual ya es una declaración de principios). Sin embargo, cuando considera que se ha cometido una injusticia, apelará a las herramientas que tiene todo americano decente: el sistema judicial. Que una persona luche contra oscuras corporaciones siempre suele ser atractivo para el público, pero además en tiempos de crisis, el ciudadano de a pie es mucho más sensible a estos temas, lo que demuestra la buena visión de Abrahams, el cual sabe revestir de sencillez no sólo el retrato del personaje, sino el conjunto del film, con una clara orientación comercial. Sin embargo, lo más destacable, y recordable del film es la entrega de Kinnear con un personaje atractivo pero que no aguantaría las comparaciones con sus principales referentes.

El resto es especialmente plano, tiene un discurrir bastante convencional, y pese al tono íntimo, realmente el director no aporta nada personal al conjunto, por lo que no lo diferencia prácticamente de nada respecto a otras producciones que vienen a contar más o menos lo mismo.