Con un reparto inmaculado (atención: Mary Steenburgen, Jena Malone, Kristin Scott-Thomas, un encantador y fantástico Kevin Kline, el mejor Hayden Christensen que hemos visto, o el único bueno), Irwin Winkler propone una película llena de tópicos, sin duda, pero igualmente hermosa y perfecta para ver en familia y plantearse los grandes temas de la vida. ¿Qué es lo urgente y lo importante? ¿Cómo prepararse para lo peor? ¿Es la familia siempre lo primordial en nuestra existencia? ¿Cuánto tiempo nos queda para poner en orden nuestros asuntos?
De todos estos temas y más reflexiona la película mediante el hilo conductor de un padre que sufre una enfermedad terminal y la deteriorada relación con su hijo, y como la construcción de una casa sirve como metáfora de las vidas de ambos, claro. Todo muy sutil y elaborado, sin duda, pero lo cierto es que funciona.
Nada malo en ella, si se sabe lo que uno va a ver.

Lo mejor: Su reparto, impecable, y que es bonita, sin duda.
Lo peor: Es muy simplona y está llena de lugares comunes.