La espía roja es una película correcta y aceptable. Ni más ni menos. No es un horror, por supuesto, en absoluto, pero tampoco es una obra maestra ni una película que vaya a permanecer en la memoria de los espectadores para siempre.
Se trata de una historia curiosa, inspirada en una historia real de una anciana que fue acusada de haber sido décadas antes una espía de la KGB, vendiendo secretos del Reino Unido a Rusia, pero la narración que hace Trevor Nunn (quien no se prodiga mucho por la gran pantalla, tras sus excelentes comienzos en Lady Jane... ha rodado cinco películas en cinco décadas, más o menos una cada diez u once años. Aclarar, no obstante, que es un más que prolífico y laureado director de teatro) no fascina ni interesa sobremanera. Sí destaca, por supuesto, la absoluta brillantez de decorados, fotografía, dirección artística, peluquería, vestuario y demás departamentos técnicos, algo en lo que el cine británico va siempre en cabeza y dando lecciones a otras cinematografías. Son los mejores artistas y punto.
Recomendable por su nivelazo de producción y por el siempre excepcional trabajo de Judi Dench (sin olvidar tampoco a Sophie Cookson), pero nada más.

Lo mejor: La producción, impecable como siempre en el cine británico.
Lo peor: No es nada del otro jueves.