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Voto de Sibila de Delfos:
9
Drama. Fantástico Una noche, en su torre casi vacía del Londres actual, Adam tiene un encuentro casual con un misterioso vecino, Harry, que pone patas arriba el ritmo de su vida cotidiana. A medida que va surgiendo una relación entre ellos, a Adam le preocupan los recuerdos del pasado y regresa a su ciudad natal y al hogar de su infancia.
29 de febrero de 2024
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconocidos es una película de enorme belleza. Una de esas que convierten el dolor más profundo en algo sanador y profundamente hermoso.
Porque la historia de Adam, el protagonista, es una historia de dolor, de trauma no superado, y por supuesto una historia de amor con Harry, su vecino, su tabla de salvación, su oportunidad para ser feliz y dejar finalmente atrás unos hechos del pasado que no le permiten avanzar.
La cinta no es perfecta. Es cierto que es fácil adivinar, a poco que se esté un poco atento, quién es Harry realmente y cuál es su papel en la vida de Adam, y es verdad también que la conclusión aporta más preguntas que respuestas. Pero todo lo demás, y cuando decimos todo es todo, es tan bueno que se le perdonan esas dos circunstancias menos acertadas.
Desconocidos nos habla, como decimos, del trauma no superado y del amor entre dos hombres que se necesitan y "salvan" el uno al otro por distintos motivos, pero también de los padres. De la necesidad que todos tenemos de su aprobación, de su cariño, de su consejo o su buena opinión de nosotros. Es por eso que las escenas en que aparecen unos fabulosos Jamie Bell y Claire Foy son las más emotivas de una película que rezuma, precisamente, emotividad por sus cuatro costados. Esperen a ver el fundido a negro final, teñido de tenues luces violeta, al ritmo de "The power of love" de Frankie goes to Hollywood. Esperen a ver las elegantísimas y delicadas escenas íntimas entre Adam y Harry. Esperen a escuchar diálogos como el de Adam y su madre en la cocina, cuando él finalmente revela quién es y cómo es, con esa lágrima solitaria y silenciosa que le cae por la mejilla. Son sólo algunos ejemplos de las imágenes maravillosas con las que nos deleita Andrew Haigh.
Por supuesto, todo esto quedaría en agua de borrajas si el guion no fuera bueno, pero es que además lo es, y mucho, con esa enorme sensibilidad y capacidad para emocionar, y además la realización de Haigh, acompañada por la magistral fotografía de Jamie D. Ramsay, es excepcional.
Y un párrafo aparte merecen Andrew Scott y Paul Mescal. El irlandés parece tener el trabajo más fácil, a priori, por tener el personaje más extrovertido y simpático, un poco como le pasaba a Jake Gyllenhaal en Brokeback Mountain. Sin embargo, según avanza la acción, Mescal va mostrando cada vez más vulnerabilidad, con esos ojos que tiene que dicen tanto, y se marca un tercio final de auténtica antología. Lo de Scott es ya de otro planeta. Un poco también como hacía Heath Ledger en la mencionada película de Ang Lee, el británico transpira dolor, murmurando muchas veces las palabras en vez de pronunciarlas, en una montaña rusa de dolor y curación que Scott maneja a la perfección. Sinceramente, le han robado la nominación al Óscar. A Mescal seguramente también, pero su caso es excepcionalmente claro. Andrew Scott es la película.
En definitiva, una sensacional obra a disfrutar y revisar para seguir empapándose de su hermosura, de su inteligentísimo uso de la música , y seguir cayendo rendidos al poder del amor, como dice la canción. Maravillosa.

Lo mejor: Lo preciosa que es, la música, la reflexión sobre el duelo y la relación con los padres, y las interpretaciones de Andrew Scott y Paul Mescal.
Lo peor: El giro sobre Harry es bastante predecible.
Sibila de Delfos
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