Al César lo que es del César.
Es verdad que Harriet es una película muy comercial, tópica y de estructura y desarrollo absolutamente convencionales. No hay que pretender encontrar innovación alguna en ella. También es cierto, y no es precisamente algo positivo, que desprende un olor televisivo innegable, hasta el punto de que, si la hubieran emitido en alguna cadena de televisión como una miniserie de dos capítulos, nos la habríamos creído completamente y no hubiera habido ninguna diferencia con el metraje que ha llegado a las salas.
Sin embargo, no sería justo no reconocer sus virtudes. Es entretenida, es emotiva, posee mucha fuerza narrativa y sin duda resulta apasionante en su descripción de la odisea de esta Minty convertida en Harriet, ángel salvador de cientos de esclavos en Estados Unidos. Por supuesto, parte es gracias a la espectacular interpretación de Cynthia Erivo, que está cargada de una fuerza que arrasa allá por donde va, pero no conviene olvidar a Leslie Odom (elevado al olimpo del musical gracias a su Aaron Burr de Hamilton), Janelle Monáe (cada vez más y mejor actriz) o un estupendo Joe Alwyn como villano algo atormentado de la película.
Correcta, e incluso notable.

Lo mejor: Cynthia Erivo y Joe Alwyn, sin desmerecer al resto del reparto, y su honestidad.
Lo peor: Efectivamente, luce y parece un telefilme de sobremesa.