Madre mía.
Vale que Gonzalo Bendala es debutante, pero es que Asesinos inocentes no tiene por dónde la coja un perro.
Empezando por la historia, que no hay quien se la crea desde el primer minuto. Igual por eso los actores tienen esa permanente cara de estar perdidos cual pulpo en garaje. Pero es que además no tiene ninguna tensión ni intriga, los diálogos son penosos y no se crea en el espectador ningún interés por saber si finalmente el bueno de Garralda y sus amiguetes terminarán por cumplir o no el curioso encargo del profesor.
Maxi Iglesias, Lucho Fernández y Javier Hernández están terribles. Así, tal cual. No hay por dónde creerse ni una sola frase de las que pronuncian con esa entonación de patio de colegio. Aura Garrido se salva porque ya ha demostrado que es muy buena en otros trabajos y porque su personaje es tan insulso que apenas cuenta. A Miguel Ángel Solá, Vicente Romero y el tristemente desaparecido Carlos Álvarez-Novoa les debería dar vergüenza desperdiciar su probadísimo talento en cosas como esta.
Tremenda.

Lo mejor: Digamos que Miguel Ángel Solá, a pesar de los pesares.
Lo peor: Difícil decidirse entre lo ridículo del argumento y las espantosas interpretaciones de los jóvenes protagonistas masculinos.