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España España · Sevilla
Voto de Talibán:
10
Drama. Comedia. Romance Un rico aristócrata duda si abandonar a su amante para conservar el amor de su esposa, una mujer cortejada al mismo tiempo por su confidente y un famoso aviador. En el trascurso de una cacería de fin de semana en Sologne y de una fiesta, las intrigas amorosas de señores y sirvientes se mezclarán desembocando en un hecho inesperado. (FILMAFFINITY)
18 de diciembre de 2009
91 de 104 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la época en la que vi “La regla del juego” por primera vez, se podía disfrutar de esta clase de películas en proyecciones de 35 mm. De eso hace hoy exactamente veinticinco años. Mi encuentro con ella sólo es posible definirlo como una conmoción. Muchas personas experimentan este sentimiento viendo una película, muchas lo hicieron en el pasado viendo “La regla del juego”, y deciden convertirse en cineastas. Es un error. “La regla del juego” es una invitación a amar el cine, pero tanto como eso es una declaración de amor a la vida exactamente como es y no como nos gustaría que fuese. Por eso yo, a la salida de aquel solitario Cine-Club lleno de talibanes, decidí vivir en vez de empeñarme en reflejar una vida imaginaria, y por eso decidí seguir siendo un simple espectador. Hacer cine es la forma que tienen los cineastas de vivir la vida, no la de los que no son cineastas, como yo.

Hoy, justo una semana antes de Navidad, he vuelto a verla, lo hago cada año. La película ha cambiado bastante. Ha ido adquiriendo matices con la edad. Se ha hecho más grave, más lúcida, más amarga, más vieja, más sabia, más pertinaz en todo. Pero sigo reconociéndola y, lo que es más importante, sigo reconociendo mi amor por ella, mi admiración por el milagro de su ritmo, su maravillosa estructura de contrapunto tonal, la facilidad mozartiana con que la comedia da paso a la ternura, el drama se funde con la farsa y el vodevil se quita la máscara para mostrar la tragedia.

Nunca me apeteció mucho hablar o escribir sobre “La regla del juego”, casi todos los elogios de la crítica especializada son excesivamente retóricos y ésta es una película tan cercana. Hoy la he visto y la he amado como la primera vez. Y observo que aún sigue estremeciéndome, como la primera vez, el salto de eje más hermoso de la historia del cine, que Jean Renoir se dedica a sí mismo cuando su personaje finalmente se “ve” como es. Entonces sé que hay amores que duran toda la vida.
Talibán
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