Muchos hechos en "La Leyenda del Rey Cangrejo" parecen tocados por la magia o la fantasía, lo cual no es raro si tenemos en cuenta que accedemos a la ficción a mediante una charla de sobremesa entre un grupo de veteranos amigos, que, al modo de los tiempos sin electricidad, pasan la velada contando historias sobre cierto personaje regional que ha adquirido el estatus de mito. Se trata de Luciano, un desclasado que, se intuye, vivió algún tipo de decepción y pasó buena parte de su edad madura frecuentando a pastores, visitando tascas y absorbiendo grandes cantidades de vino, lo que le ha granjeado la fama de borracho y el rechazo de un par de agentes, que lo tratan a puntapiés cada vez que lo encuentran. Es como un santo bebedor que vive el momento, desprecia el dinero y no se mete con nadie, excepto con los poderes, personificados por el príncipe, representado con un hombre viejo, quizás metáfora de mundo antiguo.

Dos puntos sirven de catalizador para quebrar con esa rutina: uno es una puerta cerrada, un paso utilizado por los pastores y que el príncipe ha decidido mantener cerrada, y el segundo es la joven Emma, belleza terrenal que transmite una serenidad y que también se desprende en juegos y gasta mal carácter si hace falta, quizás por eso congenia con esa alma libre que es Luciano. Estos dos problemas en realidad se anclan en lo mismo: la autoridad paterna. Luciano mantiene una relación complicada con su padre, un médico de la región, y no duda en desafiar la autoridad del príncipe tirando la puerta del paso. Algunos pastores le recriminan este desafío, él se mantiene firme. Severino, padre de Emma, no desea tener cerca a Luciano y, en un gesto patriarcal, incurre en una acción desgraciada que traerá grandes consecuencias en el relato.

Las elecciones formales de Righi y Zoopis, la pareja de directores, me resultan del todo satisfactorias. La autenticidad de los rostros, curtidos y que atesoran largas historias; la imagen granulada, que transmite cierta sensación añeja, en parte trae a la memoria al cine de Rohrwacher, especialmente con "Lazzaro feliz"; además de un gusto exquisito para componer expresivos planos, manejando esa imagen granulada para enfatizar mediante los colores una visión: el verde de la naturaleza es envolvente, mientras que el rojo de la sangre trae la muerte.

Así, los directores agarran al mismo tiempo y hacen convivir la autenticidad con el vuelo poético en una historia que, sin forzar el gesto, atesora partes de western, historia romántica a lo Stendhal o filme de aventuras, una visión homogenizada con un estilo más propia de veteranos que no de noveles, incluso podría pasar por una película perdida de los hermanos Taviani. Portentosa, vitalista, empática y repleta de belleza, así es este "La Leyenda del Rey Cangrejo", una maravilla de escaso revuelo publicitado pero de enorme valor cinematográfico.