Ya en su día el estreno del "Reino de los cielos" Ridley Scott la armó buena y también cosechó una buena ración de detractores. Este "Napoleón" está recibiendo incluso una ración extra, dado que el personaje central es de lo más conocidos de la historia europea. Más atención, más palos.

Sospeché que con este título podía tratarse de un caso similar, leyendo algunas críticas me dio esa impresión, así que también he ido yo a verla. La verdad es que me ha gustado razonablemente, incluso con sus defectos. Aún y así, muchas críticas son las de siempre, las que aparecen cada vez que Scott lanza un título de trasfondo histórico. Ya sabemos que muchas cosas que aparecen en la pantalla no se ajustan a la realidad, sí. Máximo Meridio no se enfrentó al emperador. La toma de Jerusalén no se completó en ese tiempo. Vale. Y así seguiríamos hasta aburrirnos, porque parece ser que tras decenas de títulos no hay posibilidad de captar su forma de hacer cine.

Ridley Scott es un director de cine comercial con hechuras clásicas. Si afronta un tema es para moldear un espectáculo audiovisual, no una recreación milimétrica. El vestuario, los escenarios y hechos deben causar una impresión verosímil pero su objetivo no es la cátedra de Historia. Lo que aquí ofrece es su particular sinfonía napoleónica. Ya en la primera escena habría que captar esa intención, cuando vemos a Napoleón presenciando el ajusticiamiento de María Antonieta, hecho improbable. Creo que con ese gesto ya deja claro qué camino seguirá la narración, el de la recreación creativa.

En ese camino, pues, traza a grandes rasgos la trayectoria política y militar de Napoleón, explora el prototipo de un dictador, creando una figura humana con ciertos defectos y virtudes. Hay quien le sorprende la escena en la que se erige como cónsul, lo desesperado y tumultuoso que es ese momento, no lo logra de forma ideal, si no que en medio de serios aprietos. Eso a mí me parece muy razonable. Conforme el personaje gana en aplomo sus gestos también resultan más seguros y precisos, pero antes su intención está favorecida por cierta fortuna, alejada del mito del gran orador capaz de tomar cualquier plaza con un tajo limpio en vez de torpes cortes como ahí se ve.

A diferencia de muchas otras narraciones épicas, aquí los hilos de macrohistoria y la microhistoria, como en "Guerra y paz", novela en la que Napoleón es personaje secundario, se entremezclan hasta que uno se convierte en parábola del otro. Esa prosaica escena del "sin mí no eres nada" que le espeta Josefina a Napoleón ya alerta que hay algo extra en la intención del guion. Napoleón conoce a Josefina tras la inicial victoria en el puerto de Toulon y con eso se conforma esa visión metafórica, pues al inicio surgen las infidelidades y en paralelo se presencian las convulsiones del final del directorio, el golpe de Termidor y demás, es decir que de la misma forma que Josefina se le resiste a Napoleón, también el poder en Francia. En las posteriores escenas sus desencuentros políticos luego se reflejan en las escenas de la intimidad. Pero cuando ya después, cuando se divorcia de la emperatriz y Napoleón deviene autoritario y realiza las invasiones, la relación de Napoleón con Josefina y Francia resulta más asentada. Creo que ésa es la intención principal que traza el guion: la vida íntima es una proyección de la historia militar. O viceversa.

Luego es verdad que también se salta las partes de Italia y España, sencillamente porque no interesan al guion, están fuera de la visión que ofrece, de esa recreación creativa. Sin duda algún gesto prosaico desentona incluso en ese contexto. Me refiero a Napoleón bajando al combate cuerpo a cuerpo cuando ya es emperador. Pero sin duda queda dentro de esos límites que el director dibuja en esa escena inicial de la guillotina.

Después viene el capítulo capital de las interpretaciones, que sostienen gran parte del peso de la obra. En todas sus cintas, Ridley Scott opta por una dirección de actores prosaica, amante de grandes gestos y aquí no es diferente. Dentro de ese estilo también afectado encajan tanto ese Napoleón sui generis como esa Josefina como cuasi femme fatale. Sin embargo creo que está bien calibrado, de hecho dentro de la película me encajaron mejor algunas de las escenas que cuando se ven en tráiler, que chirrían mucho más vistas así, descontextualizadas.

Capítulo aparte, y mérito especial, el trabajo de iluminación en las grandes escenas políticas. Sin duda busca recrear el efecto de los grandes retablos de la época, cuanto menos de los pintores académicos. Los rostros aparecen con cierta sobreexposición creando ese efecto pictórico, como iluminados por la luz de la Historia, algo que también se adivina entonces grandilocuente y que por lo tanto encaja con las actuaciones y el tono del guion.

Entonces sí, salí de la sala del cine razonablemente satisfecho. Vi en gran parte lo que esperaba. Supondremos que la película definitiva sobre Napoleón está todavía por llegar. A lo mejor se realizará alguna vez empleando la Inteligencia artificial partiendo de los materiales legados por Kubrick. A ver si comulgan entonces los refractarios. Por ahora, la visión del "Napoleón" de Rdiley Scott se equipara con otros títulos denostados como "El reino de los cielos", que yo sin embargo recuerdo con agrado. Una cinta razonablemente entretenida y hasta cierto punto emocionante. Impactantes grandes retablos mezclados con pasables momentos íntimos. Sin duda recordaré durante años el rostro de Tahar Rahim iluminado por el sol, y rodeado de sus aliados, mientras contempla un momento cumbre de la película y, alusivamente, de la Historia.