Año Uno es una comedia estrenada hace ya diez años (como pasa el tiempo) y que tenía pendiente de visionar, a pesar de lo que se dijo de ella, que no fue nada bueno. Vapuleada por la crítica sin piedad (14% en Rotten Tomatoes, que se dice pronto), también fue un sonoro fracaso de taquilla, ya que costó unos desorbitados 60 millones de dólares, siendo justo eso lo que amasó mundialmente. Si añadimos el coste del marketing, la palabra está clara: FRACASO.

Pues bien, a pesar de las evidentes señales, y como buen masoca que soy (y de nuevo gracias a Netflix) me he decidido a visionar esta comedia protagonizada por Jack Black y Michael Cera, con las expectativas por los suelos. A pesar de ello, la película ha resultado ser todavía peor de lo que me temía. Maldita curiosidad.

La dirección y el guion corren a cargo de tristemente fallecido Harold Ramis, integrante de los Cazafantasmas y director de genialidades como Atrapado en el tiempo, la divertida Una terapia peligrosa o la infravalorada y reivindicable Mis dobles, mi mujer y yo. Es muy doloroso saber que estamos ante su título póstumo, ya que no hubo más antes de su repentina muerte.

Me debo a la verdad, por lo que es de recibo confesar que la dirección del film es directamente mediocre e insulsa. Los 60 millones de presupuesto no lucen por ningún lado, y ni siquiera el reparto (repleto de rostros conocidos) justifica tal cantidad. Seguro que el estudio muy contento no quedó, ya que todo luce a cartón-piedra de rebajas y como si hubiese costado 5 millones, siendo generosos.

Aparte, el guion es una catástrofe, ya que no hay nada peor que una comedia que no hace gracia y este es el caso. Los personajes no tienen chispa (quizás un poco el de Black) y se nota que la cinta se considera divertida, cuando todo acontece de manera intrascendente y sin que aporte nada al espectador, por mucho que se quiera jugar a La Vida de Brian y su mofen de pasajes de la Biblia (como si eso fuese muy revolucionario...).

En cuanto al reparto, hacen lo que pueden. Se nota el esfuerzo y entrega de Jack Black (se podrá decir lo que se quiera de este actor, pero siempre lo da todo), aunque el personaje y los diálogos no le ayudan demasiado. Con un guion mejor hubiese salido triunfante.

En cuanto a Michael Cera, vuelve a hacer de Michael Cera. Si bien es cierto que tenía gracia en la fabulosa Supersalidos (Superbad), ya cansa que en cada papel que haga repita siempre los mismos tics y actúe con el piloto automático, como si fuese un robot. También es cierto que tienen algunas de las mejores frases del film, pero se le nota desganado... como siempre, vaya.

En cuanto al resto del reparto, muchos rostros conocidos y algunas apariciones especiales, pero poco que destacar, sinceramente. En los créditos finales nos ponen una serie de tomas falsas, para intentar vendernos que todos se lo pasaron bien con el film. Me cuesta creer que nadie fuese consciente de la basura que estaban filmando.

En conclusión, estamos ante una absoluta pérdida de tiempo, injustificable y carente de alma, que no aporta nada al género y que desaprovecha la dirección de Ramis y el suculento reparto que tenía entre manos (Black, Olivia Wilde, Hank Azaria, Paul Rudd...). 

Es una pena que el peor film de Ramis sea el último, la verdad, por lo que es mejor recordarle por sus logros y triunfos, que no son pocos, y olvidar este borrón en su carrera. De hecho, creo que todos los que la vieron en su momento ya la habían olvidado (incluidos los que participaron en ella) y los que no... pues también. Lo de un servidor ha sido un error de manual, pero es que no aprendo. Espero que esta crítica sirva para que ningún otro incauto caiga en las redes de esta bobada de rebajas.

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