Lo reconozco. No he leído los cómics de Alan Moore y no soy precisamente un fan de la película de Zack Snyder, considerada por muchos la mejor adaptación de un cómic (o novela gráfica). 

No tenía muchas expectativas depositadas en la serie que nos ocupa, vendida a bombo y platillo como algo grande y que ha hecho demasiado ruido. Obviamente, sólo ha salido un episodio, el piloto de una hora y que es lo que voy a valorar.

Dejando claro los puntos anteriores, voy a intentar ser lo más objetivo posible, ya que estamos ante un producto sobrevalorado y que no invita a proseguir el recorrido. Repito, es mi opinión, porque parece ser que la crítica especializada ha quedado encantada, y estoy seguro que los fans del cómic de Moore y de la película del 2009 quedarán fascinados, así que si eres uno de ellos, no me hagas mucho caso.

Yo valoro el producto desde la lejanía, como si fuese un espectador que decide aventurarse en este enigmático y extraño mundo, desde el desconocimiento y la inocencia. Dicho esto, puedo confirmar que las sensaciones que me llevo una vez visto el piloto no pueden ser más frías y distantes, ante un producto caótico y que está demasiado esclavizado de sus procedentes.

Algunas fuentes cercanas me han confirmado que la serie no es una secuela de la película (de la que, sin lugar a dudas, coge algunos diseños), sino más bien del cómic, y que hay muchas referencias que seguramente te pierdas si no has leído el mismo. Primer error de los responsables, ya que apartan sin miramientos al espectador medio, creando un proyecto que es puro fan service. La gente se va a perder en demasiados detalles y al final acabará cansada por no entender nada. Veremos como les sale el experimento.

El creador y guionista de la serie es el temible Damon Lindelof, uno de los responsables de la mítica Perdidos (Lost), pero también de la fallida y odiada Prometheus (que tenía un guion de guardería). Vamos, que es capaz de lo mejor y de lo peor sin que te de tiempo a pestañear.

Se le nota que es fan del producto original y quizás la fidelidad sea aplaudida, pero es que no sabes bien que pensar del piloto, ya que van apareciendo personajes desdibujados y no se deja bien marcada la senda a seguir, imponiendo demasiados misterios sin resolver y sembrando la incertidumbre en el espectador. Todo es demasiado extraño y caótico, aunque reconozco que el mundo de la serie es, a ratos, fascinante e interesante (me refiero sobretodo al tema máscaras).

La dirección no me ha parecido nada del otro aquel, aunque hay algún combate bien resuelto, pero poco más. Sólo destacaría el inicio, bastante prometedor y lo mejor de la hora que dura el piloto.

En cuanto al reparto, todos cumplen y hay algunos rostros conocidos (Regina King, Don Johnson o Jeremy Irons), pero ninguno sobresale, sinceramente.

Se supone que en un piloto se pone casi toda la carne en el asador para abrir el apetito del espectador, pero si esto es (de) lo mejor que tienen que mostrar, apaga y vámonos. Se ha vendido antes de tiempo como la serie del año, en un 2019 donde hemos tenido temporadas fabulosas como la primera de The Boys o la tercera de Stranger Things (que no gustó a todo el mundo, conviene recalcar).

Eso la convierte, ya de entrada, en una serie pretenciosa y que tiene la difícil papeleta de ser algo más y no quedar relegada al olvido, como sucede con la mayoría de series de estreno. Veremos que sucede con ella, pero de momento las sensaciones en un servidor no son nada positivas, aunque le daré otra oportunidad (dos capítulos más y listos). De momento, mucho ruido y pocas nueces.

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