Película en la que Mann otorga toda la importancia al paisaje y a los personajes. El primero es apabullante y entre los segundos hay variedad.

Day-Lewis, hace uno de los papeles en los que amasa menos protagonismo de su carrera, la de un actor con tanto talento como ego. Waddington se olvida en su rol de británico de ideas tremendamente fijas. Wes Studi se vuelve el gran hombre rojo malo a los ojos del espectador, sin que Mann ponga traba alguna a esa conclusión. Stowe es un ángel que tuvo diez años en los que fue la gloria de Hollywood, sus primeros planos no los aguanta nadie.

A parte de todo esto y de lo conocido de la historia (anteriormente versionada, llegada a olimpo gracias a esta versión), también destaca una tan sencilla como famosísima banda sonora.
Su sintonía principal quedará largo tiempo en el recuerdo.